Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Me entristece la polémica de Galdós. El posicionamiento de trinchera de sus defensores y detractores, la búsqueda de protagonismo. Me apena tanto la apropiación como el desprecio. Qué bien nos lo hubiera contado el propio Galdós porque si hay algo que sabe retratar el escritor de Fortunata y Jacinta es el alma humana deteniéndose en lo supuestamente pequeño e insignificante. En una de sus historias de amor está parte de la historia de España. Las conmemoraciones de los clásicos en un país tan mezquino como el nuestro traen esto, homenajes envenenados.

Y las poses. Recuerdo a un escritor de renombre presumiendo de no haber leído al Quijote porque no podía con él. Lo decía ufano y producía vergüenza ajena. Y hace poco, un amigo sabio me decía que Unamuno estaba sobrevalorado dejándome sin palabras. Lo mismo me pasa cuando asisto perpleja a este debate literario impostado, como esos mercados medievales que van ahora de pueblo en pueblo con gente sucia asando chorizo. Considero que Galdós esta fuera de toda duda y que, si no gustan Cervantes, Unamuno o Galdós, lo que hay que hacer es mirarse a uno mismo para saber qué nos pasa. Yo no llego a la Divina Comedia, por más que me empeño en leerla, me falta cultura, pero jamás diré que es culpa de Dante.

No voy a caer en lo que critico ni voy a ponerme a enumerar mis razones torpes por las que Galdós es uno de mis escritores favoritos. Simplemente diré que alguien que ha sido capaz de crear un personaje como Fortunata debería ser mucho más querido, respetado y conocido de verdad. El Quijote y Fortunata son los dos grandes personajes de la literatura española. El Quijote enseña la melancolía y Fortunata a querer de verdad. Los dos tienen grandeza y un alma tan humana, que tienen vida propia, son vida. No se puede decir más de unos personajes literarios que trascienden al tiempo precisamente por la forma de mirar al mundo. Los que se quedan en las historias del Quijote o en el olor a garbanzo no saben llegar ni a Cervantes ni a Galdós porque en estos dos escritores sus personajes están antes o por delante de las historias que cuentan. El relato y la historia no son sino el escenario en el que la vida vibrante se desarrolla.

En esta época de novelas negras y series televisivas, comprendo que Galdós, tan previsible y desconcertante a la vez, como la propia vida es, no guste a los lectores que solo buscan intriga y no emoción. Yo siempre volveré a él.

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