Hay funcionarios públicos que sienten miedo. A veces se repite hasta la saciedad eso de la seguridad de los funcionarios, de la estabilidad de un trabajo con plaza fija, olvidando no sólo el esfuerzo que les ha costado conseguirlo sino las amenazas a las que se ven sometidos. Médicos, profesores y funcionarios de prisiones, sin ir más lejos, se enfrentan cada día a agresiones e insultos que en algunos casos les provocan lesiones, tanto físicas como psicológicas. Golpear a un médico, a un profesor que ha suspendido a la monería de tu hijo, sale muy barato, por no hablar de los funcionarios de prisiones que deben enfrentarse casi a pecho descubierto con auténticos monstruos físicos sin el más mínimo respeto por la vida. Agredir a un funcionario sigue siendo una falta leve, así que haría bien el Gobierno en atender sus reclamaciones y que sean dotados de autoridad. Al menos así golpearlos no saldría tan barato.

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