La cárcel es siempre un fracaso para la sociedad. La privación de libertad es el último recurso de nuestro ordenamiento jurídico que lo aplica para castigar un delito, una vez sea firme mediante una condena, con el objetivo, dice la teoría, de rehabilitar a la persona para que no vuelva a delinquir. Para la historia y para la reflexión, y para la fachada ya perdida de la antigua Cárcel Real donde figuraba, quedó aquella sentencia de Concepción Arenal: "Odia el delito y compadece al delincuente". Nadie debe alegrarse de que se ejecute una orden de prisión, porque detrás de ella lo normal es que haya un fracaso, una sociedad que no ha sabido abordar un problema a tiempo y que no se ha preocupado de prevenir para evitar que la solución, aunque legal, sea tan desagradable para todos. Claro que cada uno es dueño de sus actos y responsable de sus acciones, pero hay muchas cosas que no deben llegar tan lejos.

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