Encuentros en la academia

Jesús Almendros Fernández

Florence Foster Jenkins

R ECIENTEMENTE podíamos leer en Diario de Cádiz la crítica escrita por Carlos Colón sobre esta película. Creo que después de lo escrito por él, cualquier otra consideración sería superflua e innecesaria, por eso al escribir esta pequeña crítica sobre esta película que vi en San Sebastián, no me voy a referir a sus aspectos técnicos ni narrativos, ni siquiera a la labor del director ni de los intérpretes salvo hacer mención a sus magníficos trabajos, tanto a la sencillez y naturalidad con que Stephen Frears nos cuenta la historia, como al descubrimiento de un Hugh Grant distinto, sobrio y comedido, muy diferente al que estamos acostumbrados a ver en las comedias en las que interviene y a la agradable sorpresa de encontrarnos con un actor desconocido pero magnífico, Simon Helberg, pero sobre todo al inmenso placer de admirar el trabajo de la mejor actriz de su generación, a la heredera artística de Bette Davis, a Meryl Streep, una Meryl Streep muy lejos de la que nos asombraba en su interpretación de Mamma Mía.

Los años no pasan en balde pero hay quien tiene la habilidad y la inteligencia suficiente para adaptar sus trabajos a aquellos que están acordes a su edad y Meryl Streep tiene esa inteligencia y esa habilidad.

Pero decía al principio que no me quería centrar en los aspectos técnicos ni artísticos de la película. Lo que realmente me gustaría destacar es un aspecto psicológico presente en ella, casi me atrevería a decir, un aspecto psicológico de la protagonista de la historia y de muchas historias. Recuerdo el papel de la esposa de Orson Welles en Ciudadano Kane. Ella también cantaba mal, como Florence, también creía que cantaba bien, como Florence y su marido, como el de Florence, también quería que ella gozase del placer del triunfo en un gran teatro, como Florence. Y es que hay una gran, una enorme diferencia en como nos vemos nosotros mismos y como nos ven los demás, como pensamos que somos y como somos realmente o como somos en realidad y como no son capaces de vernos los demás.

Es un tema apasionante, un conflicto entre esencia y apariencia o sobre cual es en verdad las realidad de las cosas, un tema psicológico o filosófico que no se limita solo a aspectos como el que tratamos, de que si canta bien o canta mal, sino que abarca muchos otros campos. ¿Somos inteligentes o somos tontos? ¿Somos buenas personas o sin saberlo hacemos daño a quienes nos rodean? ¿Somos justos o tenemos infinidad de enemigos por haberlos tratado de forma inadecuada? ¿Somos apreciados y queridos o o nos enteramos de que nadie tiene una buena opinión sobre nosotros, que en realidad la gente nos detesta o nos ningunea o se ríe de nosotros?

El final de la película es en este sentido definitivo. Vemos de verdad a Florence Foster Jenkins cantar tal como ella se cree que canta, como los ángeles, la vemos tal como ella se cree que es ¿O tal vez la vemos como realmente es y no habíamos sabido mirar adecuadamente para verla?

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