El Alambique

alejandro / barragán

Fin de los días libres

P ERMANECÍ inmóvil durante un buen rato, de pie, mirando las nubes grises que se erigían poderosas sobre un fondo sin apenas viento, y vi pasar una bandada de gaviotas, volando en uve, de poniente hacia levante. No hacían el menor ruido en su elegante planear. No escuchaba ni el batir momentáneo de sus alas, por muy cerca que estuvieran. Me pregunté adónde se dirigían tan bien ordenadas, sin rechistar un graznido contra la decisión del que encabezaba la formación. Supongo que irían huyendo de la lluvia, cada vez más cercana en el cielo. Pero, huyendo ¿hacia dónde? Finalmente, las gaviotas pasaron por encima de mi cabeza, sin mirarme siquiera de reojo, y se alejaron manteniendo la concentración en el vuelo.

Inmóvil aún, respirando aire gratuito con benevolencia, escuché de pronto un leve chirrido que salía del arbolito que tenía a mi lado, en el patio de la casa de mis padres. Ese granado en miniatura que da pequeñas granadas ácidas me estaba hablando, pero yo no lo comprendí. Se pronunciaba como una chicharra de verano, pero a un volumen casi imperceptible. Sólo mi quietud total me capacitaba para escucharlo. Cric, cric. Clavado al suelo, dejé de escuchar el mundo para prestar atención a aquel arbolito, que algo quería decirme. Y entonces, me llegó otro sonido, igual de suave, pero que venía del ficus benjamina que hay al otro lado del arriate. Sus finos troncos parecían arrullarse a sí mismos en la calma que me abrazaba.

Al cabo, por medio de un instinto que no sé explicar, supe que no eran palabras sino su lentísimo crecimiento lo que susurraban aquellas plantas del patio. Cánticos de vida. Y entonces comprendí que quizás tratasen de llenar, con sus murmullos, el silencio que habían dejado tras de sí las gaviotas en huida.

Guardé aquella estampa de ruidos secretos y silencios aéreos y entonces me moví, como se mueve el tiempo, hacia delante, hacia un constante año nuevo. A lo lejos, escuché un graznido de gaviota y las plantas ya no volvieron a susurrarme. El fin de los días libres.

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