Filósofo de vuelta

Un artículo, como su nombre advierte de pasada, no suele tratar de lo sustantivo

Javier Aranguren, el desconocido y prestigioso hermano de mi querido Miguel, el leído y admirado profesor de filosofía, el compañero de redacción en Nueva Revista y, por último, mi buen amigo (el orden es el cronológico de nuestro trato) ha estado gravísimo por el coronavirus. Por dos veces lo dieron por muerto, y ha pasado más o menos dos meses en la UCI. A pesar de su extrema juventud (tiene exactamente mi edad), su caso se complicaba con un cáncer previo, que iba bien, pero que le tenía con las defensas distraídas.

Con una voz débil, habiendo perdido veinte kilos, cansado, hablando lentamente, emocionado, ha mandado a los amigos un audio celebrando su inesperada recuperación. No puede evitar, siendo él, un ramalazo de humor, como cuando comenta que, gracias a que su caso fue de los primeros, los médicos han podido aprender mucho con él, lo que no deja de tener sentido para alguien con tanta vocación de profesor universitario.

Por supuesto, el vídeo, además de un recuerdo a los que hemos estado tan pendientes de su evolución, es, sobre todo, un emocionado canto a la vida y una ferviente expresión de agradecimiento al personal sanitario. Eso es lo fundamental, pero un artículo, como su nombre indica, no suele tratar de lo sustantivo. Yo quería fijarme en una cosa aparentemente menor. Hacia el final de su mensaje, Javier nos confiesa su propósito de exigir, en cuanto gane algo de fuerzas, responsabilidades políticas de forma contundente.

Tenemos interiorizada la idea de que la política es una frivolidad en la que compiten unos equipos (los partidos políticos) y en que los jugadores entran por motivos más o menos turbios, que van desde la vanidad, en el mejor de los casos, a la avaricia, pasando por la ambición. Por eso, sorprende e impresiona el filósofo Aranguren al asumir un compromiso tan firme y generoso con lo público nada más salir de la UCI. Podría pensarse que alguien que viene literalmente del otro lado y que se ha dedicado toda su vida a estudiar los grandes temas del alma tendría que despreciar majestuosamente la política y repartir su tiempo recuperado entre el goce de vivir y sus altos afanes académicos. Pero Javier sabe que la política es otro tema esencial y que la vida en sociedad propia del ser humano en su condición de ciudadano libre implica y exige ese compromiso con lo común. Irremediable profesor, nada más salir, nos ha dado otra lección.

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