La esquina

josé / aguilar

Feminismo a la carta

LA diputada del PSOE Consuelo Rumí, de Almería, dijo el miércoles que el Gobierno de Rajoy pretende hacer retroceder a las mujeres a treinta años atrás, "a aquello de la mujer, con la pata quebrada y en casa". No sé en qué se basará para hacer tan grave acusación, pero si mirase al otro extremo de Andalucía, a Huelva, podría Rumí fijarse en que su compañero de partido Jesús Ferrera, sí que ha decretado el retroceso de treinta años a una mujer concreta.

Este Ferrera, número dos del PSOE onubense, quiso hacer una gracieta a costa de la ministra de Empleo (de Paro, más bien), Fátima Báñez, a la que aconsejó que estaría mejor haciendo punto de cruz en su casa de San Juan del Puerto. O sea, en casa y con la pata quebrada, pero con las manos ocupadas en una labor tradicionalmente femenina, de cuando la mujer estaba reducida a ocuparse de la casa, la cocina y los niños.

Consuelo Rumí ha perdido la oportunidad de demostrar que su feminismo es sincero y cabal. Ha mostrado en realidad que es una feminista de conveniencia, alguien que defiende a la mujer sólo si quien la ofende es su adversario político. ¿Qué no habría liado la diputada si el bocazas machista hubiera sido el número dos del PP de Huelva y la mujer agredida hubiera sido, un poner, la consejera de Presidencia, Susana Díaz? Ha pasado tantas veces que ya sabemos la respuesta a la retórica pregunta: las repulsas de las féminas socialistas, institutos de la mujer y asociaciones del ramo habrían llegado a Tegucigalpa.

Aquí ha habido un consejero de la Junta ironizando sobre lo guapa que se mantenía una juez-bestia negra del PSOE a pesar de su agotador trabajo de investigación del escándalo de los ERE. Y ha habido no un consejero, sino un vicepresidente, refiriéndose a una delegada de su mismo gobierno como "la de las tetas gordas". Con silencio absoluto del feminismo institucionalizado, de guardia permanente ante cualquier desliz de ese machismo que, pese a todo, sigue formando parte del sustrato mental de la sociedad. Un feminismo, pues, selectivo, partidista, sectario, de amigos y enemigos.

Como desde que tengo uso de razón he defendido los derechos de la mujer y la igualdad de mujer y hombre creo que estoy legitimado para desconfiar de cualquier feminismo a la carta, discriminatorio y parcial. Ese que condena al machismo o lo disculpa según quién sea el que incurre en él. ¿Qué trabajo le costará a Rumí igualarlos en su rechazo?

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