El pinsapar

ENRIQUE / MONTIEL

Felipe y yo

YA no sé si suena mal, quiero decir jactancioso, soberbio. Es lo que siento: Felipe y yo pensamos lo mismo. De Cataluña. La verdad sea dicha, su afirmación de la pasividad de Rajoy no la comparto pero porque lo ignoro, el presidente es un derviche misterioso para mí. Pero quitando eso, que me cuesta trabajo creer porque sería fatal que ante un desafío como el que plantea Artur Mas y los independentistas el Estado permaneciera inactivo, todo lo que dice Felipe González me suena de música y letra. Construir una nación inexistente es un parto de los montes, se lleva por delante todo lo que haga falta. Lo que ocurre es que ya no estoy tan seguro de que la gente lo tenga tan claro. No sólo los vecinos de los pueblos de Cataluña, sino el 'espacio público que compartimos' desde hace siglos, que no me digan lo bien que queda uno cuando dice eso.

Tengo primos en Cataluña, primos hermanos. Nacieron allí, allí están y en ese espacio público que compartimos hicieron sus vidas. ¿Deben volver con los huesos de sus padres? Lo que ya dudo que sepan, en el espacio público que compartimos llamado Cataluña, es que sólo los votos pueden poner en su sitio a estos que han utilizado ingentes cantidades de dinero público, o sea, del público, del pueblo, para levantar el muro no tan invisible que han levantado, o están levantando. Ni la fractura en el interior de las familias, en la sociedad misma. Porque todo se ha subordinado al 'bien superior de la Independencia', aunque sea con la mitad más uno, aunque sea violando la Ley jurada, violentando el buen sentido, el famoso seny de los catalanes. Felipe González lo ha puesto didáctico, para que todos lo entendamos. Y, sobre esta base, pidiendo a los catalanes que no se dejen engañar por este irredentismo que ofrece pasaportes a aragoneses, valencianos, baleares y pitiusos, y franceses del sureste, como si nada. 28 naciones-estado que conforman la Unión Europea no se van a convertir en 128. Esto no es amenazar a nadie con el fuego eterno pero sí informar de las consecuencias de una deriva que, además será imposible y será mala para todos, porque todos compartimos el mismo espacio público, que es una manera como otra cualquiera de no decirle España a España. Y en tanto en cuanto que copropietarios de dicho espacio, todos tendríamos algo que decir. Actuar como si esto no se supiera no indica nada particular. Lo sorprendente es la masa que mueven. Hoy nos parecen caricatos siniestros algunos líderes de masas de los años 30, pero lo fueron. Y funestos absolutamente, si me lo permiten.

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