Al igual que la cotorra americana o el mejillón cebra, la alegre comadre es una especie nueva que, como ocurre en estos casos, desplaza a la fauna autóctona adaptándose mejor a su hábitat. Si la cotorra, un poné, desaloja al gorrión o a la gaviota, la alegre comadre va sustituyendo progresivamente al jubilata o al colgado gaditano, especies de toda la vida.

Y del mismo modo que el mejillón cebra es similar al común pero con una conducta más agresiva, la alegre comadre es un derivado impetuoso de aquella otra comadre que era adicta a los consultorios sentimentales, a los que acudía bajo seudónimos como "Desolada" o "Curiosilla".

Lo más destacable de su morfología es su pelo: casi todas son rubias. Mejor dicho, el 16% nacen rubias, si bien el 92% son rubias.

La alegre comadre es especie gregaria, reuniéndose en alegres bandadas de cinco o seis ejemplares que suelen dar calor a actos culturales como las ferias del entorno y sobre todo al Rocío, al que concurren embutidas en trajes de flamenca que desafían las leyes de la materia/espacio. También se concentran eufóricas en otras cimas de la cultura como la exaltación de la mantilla y cosas así, en las que, pese a que están permanentemente a régimen, disfrutan mucho con el croqueteo reglamentario. Son incondicionales de Teófila que les ríe las gracias, y acuden disciplinadas a cuantos programas y otras ocurrencias municipales se ocupan de la problemática real de la mujer de hoy, como abaniquería, bordados o cursos de cocina, ensayando temerarias recetas. Elogiosas de lo obvio, usan frases redondas como "Los homosexuales son también personas humanas", "Yo soy apolítica" o "No es lo mismo libertad que libertinaje".

La alegre comadre es persona de orden y en consecuencia invade cualquier modalidad de mercadillo, ya sea etrusco, medieval o tibetano, así como todas las chorradas doceañistas. En carnaval es partidaria de los coros y en época reproductiva recuerda con melancólico afecto a Richard Gere o Kevin Costner. Aunque a unas malas también vale Bertín Osborne.