Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Fanáticos

Los capillitas verán a los que fueron a increpar e intimidar a la pareja de repartidores como unos peligrosos radicales

Cada poco tiempo me impongo el deber de recordar que la libertad de expresión existe para aquellos cuyas opiniones no compartimos, son minoritarias o incluso nos disgustan. Suelo citar tanto la célebre sentencia del juez Oliver Wendell-Holmes que ya es aburrido repetirlo. Los fanáticos de todos lados solo ven peligros, en el fondo creen tan poco en sus propias ideas que sienten temor ante otras y quieren acabar con ellas. "Un fanático es un tipo que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema", dijo Churchill. Así son los capillitas y los más aguerridos seguidores de Podemos, que han protagonizado esta semana sendos espectáculos propios de aquellos que no aceptan la disidencia, la crítica y el pensamiento libre.

Seguramente los capillitas estén encantados con los de Hazte Oír y vean a los que fueron a increpar e intimidar a la pareja de repartidores de esta organización como unos peligrosos radicales. De la misma forma los agitadores de Podemos y adláteres que estaban frente al colegio Reyes Católicos para amenazar a los del pin parental, verán a los que critican a la chirigota del Cascana como unos fascistas recalcitrantes. Yo veo a unos y a otros como las caras de la misma moneda de los exaltados que no aceptan la discrepancia. Hazte Oír me parece una organización detestable pero esa pareja que fueron a montar su espectáculo a la puerta del colegio eran parte de un show que necesitaba a los vociferantes descerebrados que se unieron para intentar expulsarlos. Les hicieron el juego tal y como ellos esperaban. De la misma manera que el Consejo Local de Cofradías, con su nota contra la chirigota "Aquí estamos de paso", consigue que aquellos que nos divertimos con el espíritu gamberro del Cascana ahora defendamos su agrupación como si fueran "Los cruzados", "Los borrachos" o "Los enteraos".

El fanatismo pretende imponernos sus puntos de vista a todos los demás. No tengo ni que decir que no soy de la peña del capilleo ni de Hazte Oír pero cuando veo gritar a unos cuantos aburridos siento vergüenza ajena. La bandera arcoiris es sinónimo de libertad, tolerancia y diversidad, emblema de los que luchan por la aceptación de la diferencia. Fue usada días pasados para lo contrario, para acosar e insultar a dos profesionales de la reacción, brazo armado de los espadones de Vox. Creo que cuando todos seamos capaces de aceptar que todas las opiniones, por disparatadas que sean, tienen cabida en la sociedad, seremos mejores como país y como ciudad.

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