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Y a usted, ¿le atienden?

Pedro Caballero / Infante / Caballeroinf@hotmail.com

Faltas

QUIEN piense, que los hay, que la labor que se desarrolla en una farmacia es pan comío está en un craso error. No hay día, por no decir etapa, en el que el boticario alcance una pequeña dosis de paz estable.

Problemas como regulación de precios y precios de referencia preceden al que en la actualidad se lleva la palma; lo que en el argot farmacéutico se denomina faltas.

Las faltas farmacológicas consisten en no poder dispensar, por no tenerlo en existencias, un determinado medicamento en el espacio temporal de más de un día. Suelen ser intrascendentes aunque las impacientes se ocupen sistemáticamente de que no sea así. Don José cree haber descubierto el por qué de la palabra falta.

-¿Cuar dise usté que no tiene?

La paciente ha traído siete recetas:

-Ésta.

-La que má farta me jasía presisamente.

Esta situación ha reciclado a los farmacéuticos de una forma sistemática, ya que ante una verdadera urgencia han querido y tenido, con la anuencia del paciente, que dispensar un similar. De esta forma, los conocimientos sobre farmacodinamia y biodisponibilidad, adquiridos en la Facultad, están siempre en situación de revista.

Hasta hace poco tiempo esta práctica sustitutiva era aceptada sin mayor acritud. Pero actualmente la clase médica, no se sabe bien por qué (lean, no obstante, Los intereses creados de Don Jacinto), no está por la labor de que, en este tema, el farmacéutico tenga la confianza del paciente.

El problema de las faltas trae de los nervios a Don José, que lo comenta con su amigo Antonio, el periodista.

Como la conversación entre este y el boticario haya transcurrido por caminos muy específicos el periodista, por deformación profesional, pregunta

-Pero, las faltas, ¿Por qué se producen exactamente?

El farmacéutico explica que normalmente era porque algún medicamento concreto no lo fabricaba el laboratorio bien por falta de materia prima o bien por razones comerciales

-Había medicamentos tan simples y tan baratos, pero tan necesarios, que su falta os creaba un auténtico dolor de cabeza. Las sales de fruta y las famosas Juanola se llevaban la palma

-¿Y eso?

-En los casos referidos era porque el laboratorio estaba a la espera que le autorizasen la subida de precio y querían agotar el cartonaje que llevaba el antiguo.

Como el periodista le recuerde lo de la capacidad legal de sustitución por parte del farmacéutico su amigo le contesta que en la actualidad, y de forma excepcional, existen fármacos para determinadas dolencias que no admiten dispensar otros similares.

-Y éstas son faltas imposibles de sustituir.

Carmela, que lleva rato oyendo y percibiendo cómo, en la conversación, la palabra faltas ha estado unida a problemas y preocupaciones, no ha podido aguantar más y dice:

-Don José, paese que pá usté una farta es como mí cuando era joven. Si yo tenía una farta me echaba a temblá.

-¿Por qué?

-Porque tené una farta era señá de que me había queao otra vé empreñá.

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