Me iba a poner seria para hablar de las elecciones, del hartazgo, de la temida abstención y de todo eso que ustedes ya han leído y releído mil veces, que después hay quien dice que me ando por las ramas y no me mojo. Yo soy de las que por ahora no piensa votar. En verdad, quería ser civilizada como los animales que decía la canción porque nos han contado que no hay nada más civilizado y cívico que votar, aunque sea a todos estos seres tan particulares que andan gobernando el mundo. La sagrada democracia está generando cada botarate que da miedo. Pero el caso es que, cuando andaba ideando una frase de impacto con la que empezar el artículo, paso en coche por delante de un puesto de castañas y me digo a mí misma que no puede ser, que hace demasiado calor. Entonces llego a la conclusión de que ha sido el mismísimo Pedro Sánchez el que ha mandado montar los puestos humeantes de castañas, no tanto por crear ambiente otoñal como por ver si la gente responde en una interpretación a lo Tezanos. Si el respetable menos respetado compra castañas a treinta grados de temperatura por qué no va a votar por enésima vez, aunque el clima electoral no invite. No me digan que no es una prueba irrefutable.

El experimento se complica porque se trata de puestos con las castañas bien limpias y brillantes para no enervar a la gente. Puestos con castañas de las actuales que ya no traen gusanos, para comerlas sin pensar, con los ojos cerrados, que es como hay que votar últimamente. Llegará el día que las castañas asadas tampoco manchen como los políticos que gobiernan sin tomar decisiones ni llegar a acuerdos. Sin riegos, qué decadencia.

La de gusanos que me habré comido yo sin darme cuenta con mis dedos sucios. Que me perdonen los animalistas, sabían a castañas. Otras veces no me los comía, los apartaba con la yema sólo después de haberlos disfrutado en su hábitat. Habría la castaña por la mitad y descubría esas galerías laberínticas realizadas con esmero, con sus cagaditas y sus telarañas que le daban un sabor a pilonga muy ricas. Rara era la castaña que no traía gusanos. Ahora ya no, las castañas son todas iguales, pequeñas y limpias como los candidatos. Todas saben igual. Sin premio. Una pena.

Ya saben, si en estos días de calor ven una cola delante del puesto de castañas no olviden que detrás del experimento está Tezanos contando, no cartuchos ni gusanos sino almas incongruentes dispuestas a votar.

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