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Expectativas

Desde el partido ganador, apenas han circulado propuestas de recambio capaces de entusiasmar

Andalucía parece despertar de su letargo y abrirse a otras expectativas. Pero sería exagerado decir que, tras las elecciones, los andaluces han vuelto a ilusionarse, ya que, desde el partido ganador, apenas han circulado propuestas de recambio capaces de entusiasmar. Incluso de los partidos perdedores se podría añadir algo parecido: han sido víctimas de sus propios y tristes méritos, sin necesitar ayuda para su derrumbe. Pero, de todos modos, lo importante, es que se hayan abierto otros horizontes. Por eso, conviene recordar que el tiempo de buena acogida concedido a los ganadores perdura poco. La moderación difusa en un debate televisivo facilita votos indecisos, pero ese mismo talante comedido, a la hora de gobernar, de nada sirve al ciudadano necesitado. Por tanto, este tiempo de reflexión que los electores conceden debería ser utilizado por el Partido Popular en algo que, en Andalucía, se ha hecho pocas veces: crear una ambiciosa planificación económica y social. Porque las deficiencias son muchas y de gran calado. Un partido con mayoría absoluta cuenta con un punto de partida ideal para abordar esta magna tarea siempre aplazada, o camuflada bajo una capa de buenas intenciones. Pocas veces, como ahora, la suerte se ha mostrado más propicia a los gobernantes de un solo partido. Y a los andaluces de allá y de acá, del rincón de abajo o de arriba, les gustaría confiar en que, por una vez, su situación geográfica no les determinará ya para siempre con un cuarenta por ciento de paro y otras carencias similares. Y esta ineludible tarea solo se puede solventar con una reflexionada planificación que introduzca en una misma cesta todos los problemas, los priorice racionalmente y articule. No se pueden reproducir y mantener dentro de Andalucía las mismas desigualdades que reinan en España, porque, para evitar eso, se crearon unas instituciones propias. Hay que perder el miedo a la palabra planificación. No es una antigualla, sino el medio todavía válido para no avergonzarse al ver las estadísticas de una comarca andaluza como el Campo de Gibraltar. Planificar supone movilizar a las cabezas profesionales que estén dispuestas a poner su esfuerzo en tan necesaria empresa. Sin olvidar que en esa aventura hay que implicar a los andaluces de a pie, para que sea posible, gracias a estas expectativas, volverlos a ilusionar. Y esa debe ser la llamada andalucista que corresponde a esta época, sin verbalismos huecos ni decorados. Se trata de una dignísima empresa para llenar de entusiasmo estos cuatro años. Solo necesita voluntad política y conocimientos.

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