Éxodo de malanges

La estrategia de huida es sencilla: cuanto más lejos, mejor. Y si se van al extranjero, mejor todavía

Nadie lo cuantifica. Es una incógnita, casi un tabú. Ni la patronal de hostelería Horeca (que ha convertido a Antonio de María en el estadístico del turismo provincial), ni el Ayuntamiento de Cádiz y otros municipios de la Bahía, ni la Diputación, ni nadie ofrece esos datos. Sin embargo, cuando llegan las fiestas locales, cuando los hoteles se llenan, cuando los bares están a reventar, también hay cientos de personas que se van de la ciudad. Se podría decir que huyen. Y escapan del Carnaval, de la Semana Santa, de las Motos, de todo lo que sea de interés turístico.

Basta con colocarse un viernes de Carnaval, o un viernes de Dolores, o un viernes de motos cerca de los puentes. Los viajes masivos son de ida y vuelta. Claro que hay una distorsión, porque una parte son desplazamientos cortos entre los municipios de la Bahía. Pero los malanges se van, y engrosan las estadísticas de la hostelería… en otras comarcas o en otras provincias.

Existe un mito, según el cual quienes escapan del Carnaval y la Semana Santa se van a la Sierra. Como si los pueblos blancos vivieran aislados del mundo y no hubiera procesiones. Así se han convertido algunos. O, al menos, suben fotos del Nazareno de Grazalema a Facebook. ¿Y no os gustaba? También se pueden ir a Arcos, que hay pasos bonitos; o a Jerez, que les queda cerca. Huir de las procesiones no es tan sencillo.

Igualmente ocurre con las motos. Un suponer que ustedes quieren huir del Motor Beach Cádiz, ese invento que han montado este finde para llenar de motos el Paseo Marítimo gaditano. A 100 kilómetros a la redonda no se pueden ir, porque también estará abarrotado de moteros. Ni siquiera a la Feria de Sevilla, donde los moteros convivirán con los que pasean a caballo. Caminante, no hay caminos, sólo se puede caminar por la plaza de España gaditana, gracias a que Martín Vila la cierra al tráfico de vez en cuando, incluso el domingo de la Motorada. Los de Podemos montan el jaleo del ruido y los de Unidos en plan verde ecológico. Otra vez las dos caras, o la cara dura.

Hay que decirlo claro para esos malanges a los que no les gusta el Carnaval, ni la Semana Santa, ni la Motorada, ni nada que sea rentable para la hostelería local. La estrategia de huida es sencilla: cuanto más lejos, mejor. Y si se van al extranjero, mejor todavía. Y si es al Polo Norte, o al Polo Sur, allí es gloria bendita. Nunca ha cantado una comparsa en la Antártida, ni las horquillas suenan en el hielo, y las motos se congelan. Es mucho mejor que atrincherarse en Grazalema, Benamahoma o Villaluenga.

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