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La tribuna

sebastián Chávez De Diego

Exija I+D: se trata de su pensión

EN el proyecto de Presupuest Generales del Estado para 2014 la investigación científica y desarrollo tecnológico sólo crece un 1,3%. El gasto público en I+D disminuye desde 2010. En 2011 bajó un 5,7%. No hay cifras contrastadas de 2012 y 2013, pero se estima un descenso acumulado superior al 25%. El gasto privado en I+D empezó a disminuir ya en 2009, y entre 2008 y 2011 descendió un 8%. Hay muchos más datos en los informes anuales de Cotec, una fundación sin visos de parcialidad política. Allí están las cifras comparativas con la media europea: salimos mal parados y vamos empeorando. El raquítico aumento presupuestario es, por tanto, muy desalentador. Si queremos entender sus consecuencias, situemos esa mala noticia en su contexto.

Necesitamos cambiar nuestro modelo. La crisis inmobiliaria nos ha mostrado la inviabilidad de una economía basada en construir casas que nadie habita, financiadas con el ahorro de otros. Simplificando, aun a riesgo de caer en la caricatura, tenemos dos alternativas: vender barato lo que todo el mundo sabe hacer o producir algo nuevo para vender más caro. Como los productos de alto valor añadido no se improvisan, la estabilización de la economía española está discurriendo por la primera vía, incrementando nuestra competitividad mediante la reducción de los salarios. Esta es probablemente la única manera de parar la hemorragia económica. Pero si convertimos la solución de emergencia en nuestro modelo, nos alejaremos progresivamente del estándar europeo para dirigirnos al de los países pobres, aquellos que no pueden permitirse financiar un sistema universal de pensiones. Si le preocupa su pensión futura, no lo dude: necesitamos valor añadido.

Es posible pasar de vender barato a producir valor. El primer smartphone de pantalla flexible está a punto de ser lanzado por una empresa de Corea del Sur, un país al que triplicábamos en renta per cápita en 1980, que ya nos alcanzó en 2010 y que nos superará en un 20% en 2018, según el FMI. Su secreto ha sido la inversión en I+D (casi el triple que nosotros en la última década) y una políticas coherentes y respetuosas para fomentarlas en los entornos privado y público.

Ha habido que actuar rápido para estabilizar al enfermo, pero diseñemos la terapia para recuperar una vida satisfactoria, no para dejarlo en coma de por vida. Para ello es imprescindible no dañar ahora irreversiblemente las funciones cerebrales. Y el cerebro de la I+D española es, hoy por hoy, nuestro sistema público de investigación, actualmente en una acelerada descomposición que obedece a dos razones principales. La primera es la mencionada falta de inversión. En un momento en que la crisis financiera agarrota las empresas y éstas cancelan los tímidos programas de I+D privados de principios de este siglo, los diferentes gobiernos de nuestro país han recortado drásticamente el gasto en investigación. Schröder hizo lo contrario en Alemania hace 10 años; Obama usó el sistema científico público para inyectar dinero en la economía en 2009, en lugar de subvencionar la reparación de aceras, como hicimos aquí.

La segunda causa de la agonía de nuestro sistema científico es la falta de respeto a los procedimientos establecidos. Los planes de I+D se incumplen tanto en el nivel estatal como en el autonómico; no se mantienen las programaciones temporales; se dilatan sin explicación las evaluaciones de los proyectos presentados; se violan los compromisos de financiación contraídos; se postergan los pagos a los proveedores de los laboratorios. Hacer ciencia con algo menos de dinero es posible; podemos optimizar el gasto. Los científicos sabemos lo que es competir por la financiación en función de nuestra productividad: profundicemos ahí. Pero investigar sin un mínimo de financiación y sin un marco temporal creíble es inviable.

Ésta no es la reivindicación gremial de un científico; de ser sólo eso, la destrucción del sistema de I+D llevaría únicamente a la frustración de un grupo humano. Esto es una llamada desde la sociedad civil, de quien observa cómo se marchan desalentados para no volver jamás los mejores investigadores treintañeros, aquellos que están en el momento óptimo de fecundidad científica; cómo se abortan cooperaciones científicas internacionales que nos vinculan al mundo que deberíamos emular; cómo buenos investigadores universitarios se convierten en docentes desencantados; cómo, en definitiva, se destruye una herramienta fundamental para impulsar el capital humano y tecnológico del país.

No queda tiempo. Si no frenamos ahora la destrucción de nuestro sistema científico, lo pagaremos durante muchos años. Si usted hubiese empleado su ahorro y décadas de esfuerzo para tener unos buenos frutales en su huerta, no dejaría que se secaran por economizar la factura del riego. No permita que se seque nuestro árbol de la ciencia. Demande a nuestros gobernantes que estén a la altura de lo que el país necesitará cuando ellos ya no estén. Exija I+D: se trata de su pensión.

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