El balcón

Ignacio / Martínez

Exámenes de junio

ESTÁN ustedes seguros de que el público votó en diciembre por el pacto y el diálogo? Lo veremos en los exámenes de junio. En plural. El día 26 no sólo se examinan los partidos, también los electores. Han pasado suficientes cosas desde diciembre como para que el ciudadano reconsidere en verano su opción de invierno. Hubo cantidad de nuevos casos de corrupción, evasión fiscal, actitudes ventajistas o pasivas, bloqueos institucionales, agresiones verbales y tomaduras de pelo. Un valioso material, con nuevos elementos de juicio a la hora de decidir el voto. O no.

Si el resultado es similar, como dicen las encuestas, podríamos concluir que al público le ha parecido bien la actuación de sus representantes. En definitiva, que el sectarismo del que acusamos a los políticos no es más que el reflejo de la sociedad que apoderan. El sectarismo cumple religiosamente el aforismo bíblico de ver la paja en el ojo ajeno sin notar la viga en el propio. En política hay precedentes que incluyen a dictadores sin complejos: Lenin encontraba sectarios y dogmáticos a los socialdemócratas y Pinochet consideraba sectario a Allende. Veían sectarios a los demás ¡precisamente ellos!

En España estamos en lo mismo. Somos un país de extremos. Un colega me contaba el otro día, decepcionado, que sus artículos que más gustan "son los más primitivos, en el más literal sentido de la palabra". O sea, los más radicales, los que tienen menos matices. Nos va la marcha. Cuando Zapatero salió elegido secretario general del PSOE estuvo de gira por Andalucía y en un mitin en Málaga los militantes le pidieron que le diera caña al PP. Él contestó que no había que darle caña, sino ejemplo. Beatífica intención que después no llevaría a la práctica ni él ni ninguno de los jefes políticos de este país.

Todos se dedican a la caña. Con lo que faltan el respeto no sólo a los adversarios, sino al público en general. Nos toman por niños, con éxito. La campaña ha comenzado con una sesión intensiva de Barrio Sésamo: "mi partido es bueeenooo, los demás son maaalooos". Es el resumen de la semana. Y los destinatarios de los mensajes parecen satisfechos y dispuestos a repetir.

Igual que en un partido de fútbol los hinchas quieren ganar por encima de todo y ven los penaltis en el área contraria y jamás en la propia, los seguidores de un partido político no ven la corrupción o las torpezas en la opción de sus apegos y sin embargo se escandalizan de situaciones iguales o menores en todos los demás. El hooliganismo del fútbol se ha instalado en la política y no ha mejorado con la llamada nueva política.

Si además las opciones más duras, La Izquierda y La Derecha, suben de votos y escaños y se empequeñece el pequeño centro que intentó una gran coalición transversal, entonces no será tan cierto el análisis de que el público votó en diciembre por el diálogo y la negociación. Aquí todo dios quiere que ganen los suyos. Los guapos. Y que se mueran los feos.

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