Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Examen de conciencia

Yo estoy rabiosamente arrepentido de no haber lanzado una voz de alarma

Andamos exigiendo a políticos y comunicadores de masas que examinen su conducta previa a la explosión de la epidemia. Empezaré por mí, aunque soy tan pequeñito, porque "el escritor que miente o reprime sus sentimientos habrá destruido -dice Orwell- su dinamo. No sólo dejará de tener ideas, sino que las palabras se marchitarán cuando las utilice".

Tan tarde como el 27 de febrero, ay, escribí mi primer artículo sobre el coronavirus, aunque apenas fue un pretexto para esa glosa cuaresmal de tono, ay, ligero, que escribo cada año. Eso sí, en vez de cerrarla con mi consabido broche optimista, acababa con una imagen inquietante. Lo que no quita que ahora, aunque sé que no hubiese cambiado nada, esté rabiosamente arrepentido de no haber lanzado una voz de alarma. Mi predisposición hacia la luz y hacia la vida me cegó a la oscura amenaza.

No vengo a excusarme con el fácil "sesgo de retrospección". Me interesa más escrutar mi ceguera. Me niego a eludir mi responsabilidad y, por eso, he puesto por delante mi sesgo de jovialidad; pero, si el Gobierno, que tiene los expertos, la obligación y el presupuesto, hubiese advertido, habríamos abierto los ojos. O los grandes medios de información. Yo había caído previamente en un prejuicio contra mis prejuicios. Puesto que eran de derechas los pocos tuiteros que llevaban meses avisando contra viento y marea (hay que reconocérselo públicamente), pequé de equidistante. Tampoco ayudó mi inquietud por la política nacional, que me despistó de lo que ocurría en un mundo cada vez más global.

El alarmismo cíclico por las cuestiones más peregrinas ha funcionado igual que las dichosas bromas del cuento de Pedrito y el lobo. En adelante, tendremos que exigir mucha más seriedad a quien pregone apocalipsis baratos. Producen una inflación informativa, que luego deviene fatal.

Mis siguientes artículos ya fueron para llevarme las manos a la cabeza por la manifestación del 8-M, mantenida contra la más elemental prudencia, y al día siguiente por el acto de Vox, que sí ha pedido perdón. Más allá del día 29 de febrero, muchos responsables públicos (nominalmente) siguieron informando y actuando como si no pasara nada, aunque hasta el campeón de la ingenuidad y el panfilismo, que soy yo, se había caído del guindo. Merece la pena y la vergüenza que cada cual explique bien las causas y los plazos de sus equivocaciones, porque esto no puede volver a pasar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios