Estupor

La derrota de la izquierda se debe al 'procés' que amenaza con destruir el Estado que garantiza pensiones y hospitales

Ala izquierda le está costando mucho asimilar la derrota en Andalucía. No me extraña. A todos nos cuesta aceptar que hemos decepcionado a las personas que creíamos más entregadas y que de pronto nos dan la espalda y se niegan a devolvernos el saludo. Por alguna razón, Andalucía parecía una plaza inexpugnable (uso un lenguaje bélico, ahora que los botarates hablan alegremente de la guerra de Eslovenia), así que nadie supo ver que las cosas habían cambiado por completo. Yo mismo me equivoqué y no supe prever el cambio de signo político. Y eso que hace un año, en Constantina, en la Sierra Norte de Sevilla, vi que se había producido un movimiento tectónico que lo estaba cambiando todo: cuando un municipio de izquierdas, y en el que además las tropas nacionales cometieron una de las matanzas más crueles de la guerra civil, aparecía lleno de banderas españolas, algo muy gordo estaba pasando. Eso fue en octubre del 2017, cuando se había proclamado la independencia catalana y el Estado parecía noqueado e impotente. Y de pronto empezaron a aparecer banderas en todas partes, en Constantina, sí, pero también en toda la vega del Guadalquivir y en muchas ciudades, y no sólo en los barrios burgueses, sino en muchos barrios obreros donde la gente lo estaba pasando mal.

En fin, cualquier persona inteligente debería haberse dado cuenta de que este fenómeno lo estaba cambiando todo, pero muchos no lo quisimos ver. Desde luego no lo vieron los politólogos ni los intelectuales, que despreciaron las banderas como si fuera una reacción visceral de nostalgia seudofranquista. Nadie quiso ver que esas banderas no expresaban nostalgia, sino enfado con una situación injusta en la que una comunidad rica amenazaba con poner en peligro la existencia del Estado que paga las guarderías y las pensiones y los hospitales.

Pues ya ven. Y ahora la izquierda anda buscando culpables en la proliferación de fake news, en la crisis del ridículo hombre blanco asustado por las feministas y en otras razones. Puede que sí. Pero la razón principal está en el movimiento independentista catalán que amenazaba con destruir el Estado: ese Estado que garantiza las pensiones y los servicios sociales. Ese Estado, por cierto, que nuestra izquierda identitaria no se ha atrevido a defender cuando más peligro ha corrido. Y luego se extrañan.

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