Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Estrella do día

E STRELLA do día: así se llama a la Virgen en la Cantiga 100 de Alfonso X, con un giro que recuerda a Dante cuando, con "el sol y las demás estrellas", nos recordaba que el sol es una más, la mejor. Estas cuestiones están de actualidad porque en el Castillo de San Marcos, del Puerto, auspiciada por la Cátedra Alfonso X el Sabio, se celebra la X semana de estudios alfonsíes, que patrocina bodegas Caballero, y que esta vez se dedica al Culto y Devoción Marianos en la España del rey Alfonso.

Siendo el Puerto -como su nombre indica- de santa María, habiéndosele aparecido la Virgen sobre su castillo al rey y dedicándole éste su libro más personal a ella -y 24 cantigas concretas a Santa María del Puerto-, no extraña en absoluto el tema escogido. Que además tiene mucho que decir a nuestro tiempo.

Explicó allí muy bien la profesora Raquel Torres Jiménez que en el siglo XIII confluyeron unos movimientos sociales de enorme calado. La recepción de Aristóteles y el interés por la ciencia, por supuesto. En política, la división de poderes que instituyó el prestigio de un papado capaz de contener a los reyes. Y en la cultura, una novedosa feminización de la piedad, evidente en la devoción a la Virgen, pero también en una audaz concepción maternal del amor divino. Los trovadores aportan una nueva valoración de la mujer que influye y recibe influencias mediante vasos -versos- comunicantes con el fervor mariano.

Este esplendor de la feminidad en pleno medioevo no ha dejado huella en el pensamiento ni en el imaginario feminista, y es una lástima. Les daría mucho fuste o serviría, al menos, para matizar algunos prejuicios apresurados.

Otra lección del siglo XIII para nuestro basto XXI es la delicadeza. Desde la elevada suavidad del gótico hasta las sonrisas de las imágenes, pasando por la candidez de las cantigas, por los modales y los pasatiempos, todo entonces fue finísimo y de color auroral. A la vez, por supuesto, se batallaba fieramente y se defendía una civilización al tiempo que se la construía en sus palacios y en sus sumas teológicas. Se demuestra que la dulzura no es debilidad, sino una razón, la más poderosa quizá, para la fortaleza. A veces sospecho, cuando se habla de ecumenismo y de alianza de civilizaciones, que tendríamos que dialogar con la cristiandad, pues es la que más lejos nos queda y la que entendemos peor. Bienvenida sea la Cátedra de Alfonso X el Sabio.

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