TENGO que decir en primer lugar que soy un firme defensor de la decisión del Ayuntamiento de retirar el busto de Juan Carlos de Borbón, no de ahora que se saben las trapacerías del anterior jefe del Estado, sino de cuando se puso porque es un busto espantoso. No sé quién es el autor pero el que haya sido es mejor que alguien le diga que se dedique a otra cosa. Nando, Celso Escanilla y Luis Quintero, cada uno en su estilo, embellecieron la ciudad que el Queco y la Queca, la Pérgola, el Teatro Cómico o el Pabellón del Casco se encargan de afear. Era menester retirar el busto antes que cambiar el rótulo de la calle. Una vez resuelto el desaguisado quizás cabría un monumento a los sanitarios, lástima que no esté Luis Quintero entre nosotros , que bordaba el simbolismo. Decía el otro día Toni Roldán en El País que hay partidos a los que les gusta la política "sexy", según su definición: adoptar medidas polémicas que satisfagan a los propios, enerven a los adversarios y generen tal crispación que monopolicen tertulias y artículos donde se establece la opinión pública. La retirada del busto del anterior Rey el día antes de su 83 cumpleaños ha tenido la repercusión buscada, críticas durísimas en los medios de la derecha, descacharrantes en el panfleto de Florentino Pérez llamado okdiario, apoyo entusiasta en los medios cercanos a la izquierda, división de opiniones en las redes sociales impulsadas por el propio alcalde y su pareja. En este aspecto un diez para quien pensó en el momento de la retirada. No solo me parece bien por cuestiones estéticas, veo normal que no tenga un monumento en Cádiz un defraudador fiscal (único asunto probado hasta la fecha). Otra cosa es que igual hay que estudiar los antecedentes de todos los que tienen algún tipo de homenaje en la ciudad, futbolistas condenados por abusos sexuales, carnavaleros maltratadores(con el silencio de las feministas) y otros por el estilo. Ya puestos a proceder a una estatuofobia o a una política de la cancelación, hagámoslo con todas las consecuencias.

Miremos quién recibe un homenaje de la ciudad, sea nombres de calles, de puertas o de colegios, sometámoslo a examen y retiremos aquellos cuya vida no haya sido un dechado de virtud, desde Columela al último. Supongo que es política sexy también lo del cambio de nombre al Estadio aprovechando que el equipo está en primera, que tiene más repercusión aún en medio del lío montado, mientras dejamos para otro momento las calles de la ciudad que recuerdan a dirigentes franquistas, héroes del 18 de julio o batallas ganadas por Franco. Como cantó Krahe "gracias a mi conducta vagamente antisocial, temo no verme nunca encaramado a un pedestal".

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