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El lanzador de cuchillos

Españoles sin pulsera

En la España de Abascal, Puigdemont y los tontos del 'Covidbotellón', los héroes son tres negros de Senegal

Gorgui Lamine, vendedor ambulante, acaparó la atención de los medios hace unos meses cuando trepó por la fachada de un edificio en Denia para rescatar de las llamas a un hombre impedido. La semana pasada, Aliu y Falu, dos manteros habituales de las playas de Marbella, no dudaron en dejar sobre la arena los bolsos que vendían y lanzarse al agua en ayuda de una joven que luchaba impotente contra la corriente y su propia estupidez. En la España de Abascal, Puigdemont y los tontos del Covidbotellón, los verdaderos héroes nacionales son tres fornidos negros de Senegal anónimos y clandestinos. Los tres entraron en nuestro país por la gatera y a Gorgui, el spiderman levantino, el Gobierno acaba de concederle la ciudadanía por sus méritos extraordinarios (para Aliu y Falu el cielo de los papeles tendrá que esperar).

Ha sido la respuesta institucional al clamor social, que reclama honores para quienes, sin embargo, con su actuación valiente y desprendida, han puesto a la sociedad española frente a su propio espejo. Seamos honestos: pocos compatriotas habrían arriesgado su vida por salvar la de dos desconocidos en apuros. Los jóvenes africanos, en cambio, no se lo pensaron: con su determinación y su bendita insensatez evitaron las tragedias que estuvieron a punto de provocar la negligencia y el desamparo. Han tenido que ser tres inmigrantes ilegales quienes, con naturalidad, sin jactancia, hayan dado testimonio de los principios de solidaridad y fraternidad de los que España tanto presume y que ya sólo defiende en las redes sociales. Aunque nos aferremos a afirmaciones pomposas y altisonantes, los españoles, hedonistas e irresponsables -especialmente, los jóvenes, como estamos comprobando estos días-, hemos perdido la fe en nuestros valores: también los romanos seguían invocando a sus dioses cuando ya habían dejado de creer en ellos.

Es altamente improbable que hazañas como las de Gorgui, Falu y Aliu sirvan de cortafuegos frente a los movimientos xenófobos que empiezan a asomar la patita por debajo de nuestra puerta y que son excrecencias de una sociedad en descomposición que culpa a la inmigración de buena parte de sus males. Joaquín el necio, el individuo fanfarrón y racista de la canción de Albert Pla, no entendía por qué su mujer lo había dejado por un negro. A ritmo de rumba catalana, el coro se lo dejó clarinete: "Porque el negro es mejor que tú, es más bondadoso y más vacilón". Ahora es, también, español. Y no lleva pulseritas, las vende.

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