palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Erratas y gallinas

LOS periodistas hemos aprendido a convivir en paz con las erratas, esos animales que se agazapan en las palabras y cuya vocación de roedor ha sido traicionada por una vocal primeriza y extravagante. Las soportamos y nos soportan. Las maldecimos pero también aprendemos sus lecciones diarias. Y sobre todo nos maravilla su tremendo sentido de la inoportunidad: no hay seres más impertinentes en toda la naturaleza verbal. Hay muchos tipos de erratas pero pocas son puras. Las erratas son siempre otra cosa, tienen apellidos y encubren algo. A veces son el nombre misericordioso que reciben las faltas de ortografía (¿Esperanza Aguirre?) o los fatales huecos del conocimiento. Las erratas son como parches para disimular la ignorancia. O, como diría un freudiano, los polvos de arroz para maquillar los actos fallidos, es decir, para embellecer las sutiles erupciones del inconsciente que exigen desde lo más profundo su cuota de verdad en la comunicación oral o la escrita. Una errata admite disculpas, un metedura de pata no. Pero cuando se las trata a diario y durante largo tiempo se comprende su naturaleza bromista. No son otra cosa que eso: un chiste indiscreto.

Y un chiste indiscreto es lo que contenía oculta una de las notas de la agenda del presidente extremeño colgada ayer en la web oficial . "El presidente del Gobierno de Extremadura asiste al acto de imposición de las medallas. Será el acto de todos los extremeños. Al mismo, está prevista la asistencia de 3.000 personas y de 200 autoridades". Como aquel periódico de provincias que notificó la muerte en accidente de una persona y un inglés...

¿En qué momento de la evolución una persona se transforma en autoridad? ¿Qué sutiles cambios en la cadena genética se producen para un humano se conviertan en mando? En Extremadura, la comunidad donde el socialismo reunió a más funcionarios por metro cuadrado de España y, por tanto, a más jefes, subjefes, delegados y directores generales, las personas y las autoridades tratan de congeniar en las puertas de una nueva época. Monago, ayer, ajeno a la mordedura de la errata, anunció la reducción de once a siete consejerías, de 40 a 28 directores generales y de ocho a dos gerentes territoriales del Servicio Extremeño de Salud. Pero se ve que la larga y espesa convivencia entre ciudadanos y burócratas ha arraigado ciertos vicios. 3.000 extremeños y 200 autoridades equivale a una proporción del 7% en las reservas de asientos protocolarios. En Andalucía la densidad debe andar también por esos porcentajes, si no más. 7.000 gallinas y un camello, se llamaba la obra que Jesús Campos estrenó en 1976 en el teatro Alfil de Madrid. Eran otros tiempos.

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