Estamos viviendo un tiempo histórico e histérico. La vertiginosa rapidez con la que se suceden los acontecimientos, la vorágine de mensajes que incendian las redes sociales y las cientos de comunicaciones del móvil, entre otras circunstancias, no contribuyen siempre a aclarar lo que está pasando, ni ayudan a arrojar luz sobre los pasos que la sociedad debe dar para frenar este virus que se ha propuesto, lo está haciendo ya, condicionar nuestra vida. El mundo se está deteniendo y hay gente que vive pensando cómo puede contribuir al caos y la confusión inventándose bulos sin gracia -nada que ver con los memes que ayudan a veces a relajar la tensión-, que se viralizan con tremenda rapidez y que engañan a las bienintencionadas personas que pretenden comportarse con la responsabilidad social que la situación demanda. Si mala es la epidemia que nos invade, nefasta es la que nace de una panda de impresentables.

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