La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Entrando en el tercer año de Covid

En fin… Feliz 2022. Pese al Narciso de la Moncloa, pese a ómicron, pese a todo.

Vete al cuerno, 2021, año tan nefasto como 2020. Hoy hace justo dos años, el 31 de diciembre de 2019, China informó del brote de Wuhan. El 13 de enero de 2020 se dio el primer caso fuera de China, el 25 el primero en Europa y el 30 la OMS alertó de un alto riesgo mundial para la salud. El 21 de febrero se dio el gran brote del norte de Italia, el 11 de marzo la OMS declaró la pandemia mundial, el 14 llegó el confinamiento... Todo, hasta hoy, actual brote de ómicron incluido, nos ha sumido en dos años negros en los que el covid ha provocado cinco millones y medio de muertes en el mundo y más de 100.000 (89.409 según los poco fiables datos del Gobierno) en España, y una gigantesca crisis social y económica. La única buena noticia -y solo para los países más desarrollados- fue la vacuna. Y hasta esta buena noticia la empañaron las malas bestias negacionistas.

Váyase, sí, en buena hora 2021 y bienvenido sea 2022 si trae la erradicación definitiva o siquiera la minimización del covid, y con ello el retorno de la verdadera y única normalidad (no esa payasada de "la nueva normalidad"). Solo Pedro Sánchez encuentra razones (y si no las encuentra se las inventa) para estar eufórico, como demostró en su vergonzosa comparecencia en la que solo preguntaron medios afines. Solo este Narciso, sobre un horizonte de más de 100.000 muertes, con España padeciendo la tasa de déficit público más alta de Europa y la cuarta cifra más elevada de deuda pública, y la crisis social y económica provocada por el covid, es capaz de decir en su comparecencia onanista que la pandemia "no ha sido un freno sino un acelerador del gran proceso de modernización que está viviendo España" y de su "regeneración democrática". Y se quedó tan a gusto.

Llamar a esta tragedia "acelerador del gran proceso de modernización" le retrata de cuerpo entero. Como Goya a Carlos IV y su familia, por supuesto. No es la empatía lo de este hombre. Ni el realismo. Es lo suyo, su himno, el Maquíllate de Mecano: "Sombra aquí y sombra allá / maquíllate, maquíllate, / un espejo de cristal / y mírate y mírate". Un espejo, por supuesto, que no sea tan sincero como el de la reina de Blancanieves; un espejo amordazado que cuando le pregunte "esclavo del espejo, ¿quién es el más hermoso del reino?" nunca se atreva a decirle la verdad.

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