ENERO es el mes del tour de la vida. Todos nos convertimos en escaladores de cuestas imposibles que dejan agujetas en el cuerpo y en el alma. Es el precio que pagamos por querer ser como niños o tal vez porque la esperanza para nosotros los adultos tiene un coste.

Por ser de Capricornio, es un mes de morriñas, saudades y melancolías. Se ha ido la Navidad y con ella nuestros hijos emigrados a los nortes en busca de lo que aquí no tenemos, que es trabajo y futuro ¡Casi nada¡. En enero reaparecen nuestras viejas goteras de azúcar, colesterol, triglicéridos y demás, que hemos tenido aparcadas en navidades, por lo que se convierte en el mes de los médicos. Los centros de salud son como estaciones de servicio donde revisan nuestros niveles. Tengo amigos que no quieren ir a los médicos por tener el síndrome 'de la bata blanca'.

Enero es un mes desleal pues antiguamente y sin avisar a la población portuense, por lo general mal alimentada, les traía sabañones, gripes, catarros, y bronquitis que diezmaban a la población por lo que dado que somos y éramos un pueblo abierto y en contacto con el mar y la naturaleza, enero casi nunca nos ha caído bien.

Mientras que las estrellas rutilan en el cielo en las hermosas y frías noches de enero, nosotros los humanos, fugitivos en la noche y como sombras de nosotros mismos, huimos del frío y del miedo en busca del calor del hogar y de la compañía. Estamos hechos para el amor, el calor, la vida, el diálogo, la música, el beso, los efluvios…Tal vez nos haga falta enero para darnos cuenta de estos misterios.

La vida está llena de estos contrastes que la embellecen. En enero empieza muy poco a poco la lucha del día por ganarle luz a las sombras de la noche y será al fin en los albores de la primavera, el triunfo de la luz pero no debemos olvidar que enero hizo su labor.

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