Mientras las manifestaciones por el 1 de mayo hace tiempo que languidecen, las del 8 de marzo se han convertido en una explosión social llena de energía. Millones de mujeres y hombres de 170 países participaron en esta jornada mundial, que ha tenido especial éxito en España. En Andalucía ha superado al del año pasado, con miles de personas en 23 manifestaciones. Las razones del arraigo fulminante de esta jornada reivindicativa por la igualdad real de derechos entre hombres y mujeres son diversas: tenacidad de las veteranas feministas durante décadas, experiencia del 15-M, influjo del movimiento #MeToo, abusos y asesinatos… Pero quizá un detonante español ha sido la indignación con la sentencia contra La Manada, que la Fiscalía del Supremo quiere agravar, por entender que hubo violación.

El 8 de marzo se ha convertido en una celebración trasversal de amplísimo espectro, a pesar de meticulosos manifiestos anticapitalistas o detractores maestros de la provocación, como Hazte oír o Vox. Es curioso que entre los partidos ultraderechistas europeos Vox sea el más antifeminista. Con todo, en la UE hay dirigentes muy machistas en auge, como Matteo Salvini, líder de la Liga y ministro del Interior italiano, cuya novia se fotografía planchándole las camisas. Ayer en Málaga hoy José Asenjo reflexionaba sobre este fenómeno: "si el feminismo ha avanzado mucho, el machismo ha retrocedido poco y además se está viniendo arriba".

Quizá por eso una mayoría se abstraiga de manifiestos radicales o ultras amenazantes y se sume a la fiesta reivindicativa, bajo el sano principio de que comparten lo esencial, la reclamación de igualdad. Con el feminismo pasa como con la democracia en una sociedad plural, hay muchas maneras de entender la defensa de derechos y libertades, todas respetables. También, como a la democracia, le sientan mal los adjetivos: Franco llamaba a su dictadura democracia orgánica, y las dictaduras comunistas del este de Europa calificaban sus regímenes como democracias populares. En el mismo sentido, feminismo está mejor sin apelativos liberales o radicales.

Algunos datos avalarían la idea de que España ocupa un puesto avanzado respecto a otros países de la UE en derechos de la mujer. Un reciente eurobarómetro situaba a los españoles en el sexto lugar entre los 28 en el rechazo a dos estereotipos: que el principal papel de la mujer es cuidar de su familia y el del hombre ganar dinero. Y, después del finlandés, el Parlamento español es el segundo con más mujeres como representantes. Un trabajo de la consultora GAD3 establece que hay tres partidos con mayoría de voto femenino: Pacma (57%), PP y PSOE (53). Ciudadanos (48) y Unidos Podemos (47) están por detrás y Vox descolgado con un 30%. En los próximos meses todos intentarán atraer la enorme energía que ha generado el 8 de marzo. Pero no podrán; la ola feminista es más potente que ningún partido.

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