LA celebración de las Convenciones demócrata y republicana, esta semana en Colorado y la próxima en Minesota, suponen el auténtico pistoletazo de salida para los comicios presidenciales norteamericanos que se celebrarán, como siempre, el primer martes después del primer lunes de noviembre. A poco más de dos meses para las elecciones, Barack Obama y John McCain llegan muy igualados a la recta final. Los últimos sondeos reflejan un empate técnico, aunque la realidad es que el republicano McCain ha acortado la ventaja de Obama y, en algunos sondeos, incluso se ha colocado por delante. Para relanzar su figura, Obama, el primer negro que aspira con posibilidades reales a la presidencia de los Estados Unidos, tiene desde ayer a su disposición el show mediático que suponen las convenciones de los grandes partidos. Para ello, el senador por Illinois contará con asistencias multitudinarias, apoyos de famosos, discursos apasionados, globos y serpentinas y, sobre todo, la atención de 15.000 periodistas y de todas las grandes cadenas de televisión en prime time. Después de Obama, será el turno para McCain, que repetirá el mismo esquema. Pero mientras los republicanos llegan a la cita unidos y sin fisuras, los demócratas lo hacen después de unas primarias que han dividido al partido como nunca antes desde la guerra de Vietnam. El martes, Hillary Clinton hará de tripas corazón y pedirá el voto para Obama, pero todas las encuestas reflejan una realidad: entre el 20 y el 27% de quienes votaron por Clinton en las primarias van a apoyar a McCain en las presidenciales. Los republicanos han encontrado en esa división una herida en la que hurgar a fondo mientras los demócratas incidirán en que apostar por McCain es otorgar un tercer mandato a las políticas internas y externas de George Bush. Por lo que respecta a España, sea quien sea el próximo presidente, lo importante es que nuestro Gobierno logre normalizar las relaciones con la gran potencia mundial y se den por concluidos los desencuentros y la hostilidad sin sentido de los últimos ocho años.

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