¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El Emérito como problema

A don Juan Carlos ya sólo le queda reconsiderar muy seriamente su lugar dentro de la institución monárquica

Princesas extractivas, paraísos fiscales, millonarios mexicanos, jeques del petrodólar… Pocas dudas quedan ya de que el principal problema de la Corona, además de la ofensiva republicana iniciada por amplios sectores de la izquierda, es el propio Rey emérito, escondido en la actualidad en alguna remota duna de Abu Dhabi para desdoro de la Monarquía española. Está muy bien que mantengamos la presunción de inocencia debida a cualquier ciudadano, pero lo cierto es que las tres investigaciones abiertas por la Fiscalía (las presuntas comisiones por el AVE a la Meca, las tarjetas con fondos opacos y el supuesto uso del paraíso fiscal británico de Jersey) ponen a don Juan Carlos en una situación muy incómoda y vulnerable. Y lo que es peor, someten a su hijo, Felipe VI, y a la institución monárquica a un estrés que empieza a ser insoportable. La noticia conocida ayer de que el abogado del Emérito, Javier Sánchez-Junco, ha presentado ante la Agencia Tributaria una declaración para regularizar su situación fiscal por el uso de visas negras, puede ser un hábil movimiento en la defensa del Borbón para evitar su procesamiento, pero también una confesión de prácticas indignas para un Rey de España.

No seremos nosotros los que dudemos de la importancia histórica de don Juan Carlos, de sus muchos méritos y todo eso, pero sería un ejercicio de servilismo no señalar que hace tiempo que el Monarca se pasó al lado oscuro. ¿Cuándo se jodió el Emérito, Zavalita? He aquí materia para los historiadores del futuro. Ahora, lo importante es minimizar daños para que la vía de agua que se ha abierto no arrastre a la Corona y a todo el sistema nacido con la Constitución de 1978, que ayer vivió uno de sus aniversarios más infelices. Descartadas las antiguas fórmulas como el retiro a un convento para hacer penitencia, al Emérito sólo le queda reconsiderar seriamente su lugar dentro de la institución monárquica.

No vienen buenos tiempos para la Monarquía de Felipe VI. El bloque que ha apoyado los Presupuestos Generales, formado en gran parte por partidos abiertamente republicanos, probablemente acabe saltando por los aires debido a sus propias contradicciones. Pero también puede arraigar y abrir un proceso de reformas con espíritu constituyente. La actual situación de don Juan Carlos sólo da munición a los que quieren el advenimiento de ese mosaico de repúblicas en que quieren convertir al viejo y fatigado Reino de España.

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