En tránsito

eduardo / jordá

Elogio de la socialdemocracia

EN el sur de Europa, la socialdemocracia está viviendo sus horas más bajas desde hace al menos 50 años. Ha desaparecido por completo en Grecia y en Italia, y en Francia puede ser arrollada por la extrema derecha. Entre nosotros las cosas no son muy diferentes, porque el PSOE -con la excepción de Andalucía- corre un serio peligro de convertirse en un partido residual. En Cataluña ya ha llegado a serlo. En el resto del país está por ver lo que va a pasar. Y no parece que los tres candidatos que compiten por la Secretaría General ofrezcan muchas garantías. Ninguno parece tener las ideas claras. Y todos parecen vivir a remolque de la situación: en vez de intentar encauzar una riada que se desborda, todos dan la impresión de que sólo quieren salvarse de morir ahogados.

Escribo esto con tristeza, porque la socialdemocracia, por muy desacreditada que esté, es uno de los pilares ideológicos de Europa. Y en gran medida, si Europa ha conseguido construir la sociedad más avanzada que ha conocido la humanidad -a pesar de las críticas de los aguafiestas de la extrema derecha y de la extrema izquierda-, ello se ha debido a las ideas socialdemócratas: moderación, reformismo, gradualismo y superación de las desigualdades sociales a través de una gran clase media. Quizá sean ideas que no despiertan entusiasmo, pero son las que crean los cambios más profundos y más provechosos.

Ya sé que hoy en día la socialdemocracia se ha convertido en una ideología antipática. En la educación pública ha apostado por el igualitarismo en vez del mérito intelectual. En la administración ha optado por los peores vicios del electoralismo a corto plazo, lo que la ha empujado a derrochar el dinero público de forma escandalosa. Y por si fuera poco, ha escorado peligrosamente hacia el populismo, de modo que los ideales ilustrados que representaba se han degradado de forma vergonzosa. El partido de Antonio Machado ha pasado a ser el partido de la copla y de los contadores de chistes. Y a todo esto hay que añadir los terribles casos de corrupción.

Pero esa socialdemocracia tan poco presentable es la única alternativa que tenemos contra el caótico mesianismo de la extrema izquierda, a la vez que es la única garantía de que se puedan mantener las grandes conquistas sociales que disfrutamos, cosa que exigirá un alto grado de ejemplaridad, racionalidad y civismo. Es una tarea muy difícil, pero cualquier persona sensata debería desear que fuera posible. Y ojalá lo fuese.

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