La tribuna

Alfonso Lazo

Élites, aristocracias, educación

EN 1954, la Academia Francesa otorgó el Premio de Literatura a Los nuevos aristócratas, una novela de Michel de Saint Pierre. El autor, muy leído por aquel entonces, fue él mismo un noble reaccionario, legitimista, nostálgico de la bandera blanca de los Borbones. El libro premiado retrataba la vida diaria de un grupo de jóvenes a punto de ingresar en la Universidad. No era el elogio de la nobleza de sangre, sino el de una nueva juventud estudiosa y educada en exquisitos y altos valores: el honor, la valentía, el esfuerzo cotidiano, la idea de que a cada derecho debe corresponder un deber, la defensa del más débil. Para Saint Pierre, esos muchachos apenas salidos de la adolescencia, serían en un futuro próximo la élite de Francia: la aristocracia entendida como meritocracia. Jamás profecía alguna se equivocó tanto porque lo que llegó 14 años después fue la juventud lúdica, exigente de derechos sin deberes, despreocupada, antijerárquica, asamblearia e igualitarista de 1968.

Hoy, los hijos de aquella desastrosa revolución cultural disfrutan en España de poder político y del control del lenguaje y el pensamiento; mientras, sus hijos, los nietos del 68, nutren ahora la masa tuitera e ignara que nos conduce a un incierto mañana. Los rankings y los informes internacionales sobre la educación dan cuenta de ello. En Andalucía, lo certifica, asimismo, el discurso oficial de la política educativa cuando califica el esfuerzo que requiere la excelencia de "obstáculo" para la igualdad. Nuestros señores hereditarios de la Junta entienden que el concepto de igualdad no significa igualdad de oportunidades, sino igualitarismo a la baja, idea sublime que nos ha conducido a ser en todo los últimos de la cola. Progreso lo llaman. Mas queda aún algo de esperanza. Si en los siglos oscuros que siguieron a la caída de Roma la nueva clase dirigente se formó en torres defensivas y scriptorium monacales, hoy la élite del futuro creo verla en la minoría estudiosa de escuelas, institutos y universidades que sigue leyendo libros y periódicos.

Para Confucio, cuenta Simón Leys en un libro extraordinario (Breviario de saberes inútiles; Acantilado, 2016), frente al poder en China de la nobleza gobernante debía alzarse la figura del "Caballero con derecho a gobernar", miembro de una "élite moral" abierta a todos "mediante la práctica de la virtud adquirida y asegurada a través de la educación"; una élite cooptada gracias al mecanismo de las oposiciones (fueron los chinos los inventores de los exámenes como vía de ascenso social), y que terminaría socavando el régimen de los señores hereditarios para dar paso al "Imperio de los letrados por oposición que duró 2.000 años hasta la llegada del comunismo". Añade Leys que "las sociedades de Asia más dinámicas hoy (Japón, Corea, Taiwán, Hon Kong y Singapur) comparten una cultura confuciana" donde se otorga enorme importancia al rigor educativo; educación como un bien en sí mismo y sistema de selección de los mejores "con derecho a gobernar".

Sin duda, sigue escribiendo Simón Leys, en un párrafo que merece la pena reproducir al pie de la letra, "la democracia es el único sistema político aceptable, pero no tiene ninguna aplicación en ningún otro campo. Cuando la democracia se aplica en cualquier otro sitio, significa la muerte, porque la verdad no es democrática, ni la inteligencia, ni el talento, ni la belleza (…). Por eso, la educación, en su propio campo, debe ser implacablemente aristocrática, debe estar enfocada sin el menor pudor hacia la excelencia". Donde el igualitarismo asambleario ha suplantado las ideas de esfuerzo, mérito y élites la política educativa es un fracaso. Herencia del 68.

"Por fortuna ya hay hornadas de inspectores escolares con un perfil menos conservador, aunque todavía hay muchos que son conservadores", ha dicho en la Universidad Internacional de Andalucía el responsable de Orientación Educativa y Atención a la Diversidad del Gobierno andaluz. Da un poco de repeluzno escucharlo; suena a próxima escabechina de supuestos conservadores no igualitarista que ponen "obstáculos" a los aprobados de despacho, por ejemplo. Con todo, ya lo dije, soy optimista. Pienso que los hombres civilizados -o sea, bien educados- de toda condición y clase se entienden entre sí; ellos preparan en el largo plazo la nueva democracia de los "caballeros";. Porque toda barbarie, incluso la de las redes sociales, termina siendo civilizada gracias a la levadura de los optimates.

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