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Elegía de encargo

Este año vamos a celebrar una cuaresma laica con todos sus avíos: ha empezado con un Miércoles de Noticias

Uno se debe a su público, y varios lectores me han preguntado que para cuándo me arranco de una vez por elegías o entono la salmodia de rigor a cuenta del coronavirus; y más ahora, que ha pasado rozando mi pueblo. Yo tenía pensado escaquearme de este artículo del mismo modo que he planificado librarme del virus.

Mis razones para esquivar el artículo no eran por un supersticioso no mentar a la bicha; ni tampoco prudenciales, no vaya a pasar una desgracia y me coja en medio de una broma inoportuna; sino por tirar del manual chestertoniano. El maestro escribía para dos medios: un periódico político liberal y otro católico a machamartillo. Cuando tenía listos sendos artículos, confundía los sobres. Metía el político para la cabecera religiosa y el confesional para el periódico liberal. Ahí radicaba, según él, todo el secreto de su éxito. A los lectores hay que sorprenderlos. El de columnista es el único oficio en el que el cliente siempre tiene que darte la razón (si lo haces muy bien, claro).

Yo puedo al menos tratar de trastocar los tiempos. Cuando en los primeros días de verano uno ve a todos esos cuerpos inmóviles y blanquecinos al sol en la playa, es el momento de un buen memento mori por la espalda, aprovechando el golpe visual y la relajación de las vacaciones. En cambio, ahora lo que más falta hace es una sonrisa despreocupada. El personal se ha lanzado a dar rienda suelta a esos temores apocalípticos que acompañan al hombre desde el Génesis. Este año vamos a celebrar una cuaresma laica con todos sus avíos. Ha empezado con un Miércoles de Noticias en toda regla. Quién sabe si en el fondo es porque sabemos que la muerte tiene un índice de mortalidad del 100% y que, en contraste, el coronavirus tiene un índice esperanzadoramente más bajo, además del proverbial consuelo del mal de muchos que se agazapa en una pandemia.

No cedamos, pues, a aprensiones prematuras. Es muy ordinario seguir cualquier moda, pero todavía más las alarmistas. Tengamos en cuenta que mucho peor que la enfermedad en sí pueden ser las consecuencias económicas y sociales del pánico extremo. Es el momento de dar un cambiazo de sobres y de hablar, no sé, de pájaros y flores. ¿Se han fijado que las mimosas ya están en su máximo esplendor? (Aunque, cuidado, que sus fosforescentes bolitas amarillas pueden traen a la memoria de los más hipocondríacos imágenes inquietantes de virus microscópicos).

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