La tribuna

eduardo Moyano Estrada

Elecciones primarias y modelo de partido

DE los tres candidatos que aspiran a liderar el PSOE, sólo Pérez Tapias ha anunciado que si es elegido secretario general en el congreso de final de julio no se presentará a las primarias de otoño para elegir al candidato de las próximas elecciones generales. Esta afirmación ha pasado bastante desapercibida por los medios de comunicación, quizá porque quien la ha pronunciado es el candidato con menos probabilidades de salir elegido y, por tanto, quien menos atención mediática suscita.

Sin embargo, sus palabras tienen importancia, pues tocan un asunto que debería estar en el centro del debate sobre la renovación del PSOE. Separar los cargos orgánicos del partido y los puestos de responsabilidad política en las estructuras del Estado implicaría un cambio en el modelo de funcionamiento del partido socialista.

Este modelo, común también a otros partidos como el PP, ha venido funcionando sobre la base de que el cargo de máximo dirigente del partido y el de candidato a presidir el gobierno (de la nación o de una comunidad autónoma) recaen en la misma persona, siendo designada por el propio partido de acuerdo con sus normas internas.

Pero cuando la designación del candidato a presidente de Gobierno no se limita a la militancia, sino que se abre a todos los ciudadanos mediante elecciones primarias, el modelo empieza a resquebrajarse. Se ponen en marcha dos sistemas de elección diferentes: uno, interno (restringido a los militantes y fácil de gestionar desde dentro del partido), y otro, externo (donde la elección del candidato es resultado del voto de los ciudadanos que se registren como simpatizantes y participen en las primarias). Si los resultados de ambos sistemas de elección no coinciden, el conflicto está servido, amenazando la viabilidad del propio modelo de partido al instalarse una bicefalia disruptiva. Eso fue lo que ocurrió cuando Josep Borrell ganó las primarias para designar al candidato socialista a las elecciones generales de 2000, frente a Joaquín Almunia, entonces secretario general del PSOE.

Las elecciones primarias abiertas a la ciudadanía introducen una lógica nueva de participación política, y ello aconsejaría cambiar previamente el modelo de partido. Si no se hace así, el riesgo de bicefalia disruptiva es muy alto. Eso es lo que ha querido señalar de forma lúcida Pérez Tapias, pero sin que ni Madina ni Pedro Sánchez se haya dado por aludidos.

La separación entre los cargos orgánicos (en el partido) y los cargos políticos (en el gobierno) es un tema controvertido. Los que abogan por ella utilizan argumentos tanto morales (evitar la acumulación de cargos en la misma persona conduciría a una mayor ejemplaridad de la vida pública), como instrumentales (garantizar la autonomía del partido respecto al poder político). Por su parte, los que se oponen a esa separación esgrimen sobre todo el argumento de la estabilidad (se piensa que es mayor cuando se concentra en la misma persona el poder orgánico y el poder político).

Sea como fuere, lo cierto es que la separación entre los cargos de secretario general del partido y de candidato a presidir el gobierno es algo que funciona razonablemente bien en otros partidos sin que sea motivo alguno de inestabilidad. La práctica nos dice que no es más estable un partido cuando coinciden ambos cargos en la misma persona, y que la separación de esas dos esferas de poder no es la antesala de la inestabilidad. Tenemos en España el caso de un partido tan sólido y estable como el PNV, donde el presidente del partido nunca ha sido candidato a lehendakari.

En todo caso, la separación de cargos orgánicos y políticos es un modelo de bicefalia colaborativa con la que se pretende evitar el deterioro del partido al ritmo en que se produce el lógico desgaste del presidente de gobierno en el ejercicio de su cargo. Eso es lo que le ocurrió al PSOE en la prolongada etapa de Felipe González como presidente de Gobierno (1982-1996) y más tarde en la etapa de Zapatero (2004-2011), simultaneando en ambos casos la Secretaría General del partido socialista. En estas circunstancias, la salida del ejecutivo suele ir acompañada de una gran crisis en el partido gobernante. Desgaste del gobierno y desgaste del partido que lo apoya suelen ir de la mano cuando coinciden en la misma persona los puestos de responsabilidad en ambas esferas del poder.

En definitiva, con las elecciones primarias abiertas tanto a los militantes como a los simpatizantes, el PSOE pretende establecer una nueva relación con la ciudadanía, pero no basta con eso. Para que esta aspiración sea real y efectiva, debe ir acompañada de un cambio en el modelo de partido, tanto en la organización interna y en la relación con las diversas esferas del poder político (gobierno, grupo parlamentario,…) como en la conexión con la sociedad (definiendo por ejemplo un estatuto del simpatizante para que las primarias no sean percibidas como una mera operación cosmética).

Estos temas son importantes, y deberían formar parte del debate entre los candidatos a la Secretaría General del PSOE en estos días de campaña. El PSOE se juega mucho en este empeño por renovarse, y si no lo hace bien corre el riesgo de seguir cayendo por una empinada pendiente hasta deslomarse.

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