Durante los últimos años en España se ha venerado todo lo que tenga que ver con la alta cocina. Los grandes cocineros han sido elevados a estrellas y las televisiones han visto que esto le gustaba a la gente, por lo que llenaron sus programaciones de espacios en los que aparecían grandes manejadores de sartenes.

La alta cocina es un poco como la alta costura, cosas imposibles, rizar el rizo tan sólo para una noche porque el día a día se hace más bien a base de huevos con papas.

Pero en los últimos meses veo un cierto hartazgo de la sociedad con este tema, una especie de efecto rebote, en el que todo el mundo parece estar ya harto de esto. Ese suele ser el momento, como cuando ya dejamos de estar enamorados de nuestra pareja, en el que se ven todos los defectos, se ensalzan e incluso se exageran con la idea de tirar los mitos que habíamos construido y que ahora, como enamorados despechados, queremos echar por tierra.

En esta línea de efecto rebote están saliendo en los últimos días reportajes en los que se habla de las malas condiciones en la que están las personas que van a aprender en estos restaurantes de alta gastronomía.

Conozco a muchos cocineros que han hecho estancias en grandes restaurantes. Todos reconocen que fueron momentos duros pero en los que aprendieron mucho y coinciden, en muchas ocasiones, en que les valió la pena el esfuerzo.

Por muy duro que sea, los profesionales quieren acudir a estos establecimientos porque aprenden cosas que en otros lugares no pueden conocer y porque también ven la forma de funcionar de estos locales que manejan alta tecnología y sacan platos diferentes a todo.

Esto les lleva a ir a los sitios sin cobrar porque, de alguna manera, están asistiendo a una formación que les valdría mucho dinero conseguir.

Desconozco las condiciones de vida de las personas que van a aprender a los grandes restaurantes, pero debo también confesar que, hasta ahora, con los cocineros que he hablado durante todos estos años que llevo ocupándome de lo que es comé, ninguno se me ha quejado de lo mal que lo pasaron, sino que más bien destacan lo que consiguieron, aunque reconocen que son sitios de mucha exigencia.

La historia de gente mal pagada en sitios de lujo tiene mucho morbo, pero me da la impresión de que hay cierta exageración en lo que está contando. Tengo la impresión de que asistimos a un efecto rebote, a que ahora es guay y "trending topic" hablar mal de la alta cocina, como hace unos años todo eran parabienes. Cada día nos hartamos antes de nuestros juguetes.

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