Economía levitada

Sospecho que las cosas no son mías, sino del Estado, y que pago un alquiler leonino llamado "impuestos"

El director de la Agencia Tributaria, Santiago Menéndez, ha avisado de que su organismo se acerca cada vez más al Big Brother de George Orwell. Disponen de herramientas más poderosas y de mejores fuentes de información, susurra (¿mientras acaricia un gato?). Como quien no quiere la cosa, recuerda que la mayoría de las causas penales, cuando ellos denuncian, son condenatorias. Con las normas fiscales no habrá uso alternativo del Derecho, perspectiva de género ni sensibilidad social que altere el pulso de los jueces, no.

La mención a Orwell, sobre todo, da terror; y más en las fechas que corren. "No, hombre, a fin de cuentas, son sólo datos económicos", se quitan importancia. ¿Sólo? ¿No son ellos los que afirman que lo que importa es la economía, que los dineros son lo único que preocupa a los españoles y que la política es administrar bien? Para cobrarnos, resulta que no tienen importancia, bah, ¿qué son unos eurillos de nada?

La cuestión es seria. Tanto conocimiento exhaustivo de nuestra economía es, en realidad, conocimiento de nuestras vidas, actividades, gustos, caprichos, ilusiones y proyectos. Como Google y Facebook, pero con el Estado por detrás, nada menos. De rebote implica un debilitamiento de nuestra propiedad. Pagamos tantos impuestos que a veces sospecho que las cosas no son mías, sino del Estado, y que le estoy pagando un alquiler leonino que él llama "impuestos" para disimular. Y la cuestión de fondo es que la propiedad es la garantía de nuestra libertad, ojo.

Escribo "ojo" y vuelvo a pensar en el Big Brother. ¿Estamos en un laberinto sin salida? Al decir "sin salida", recuerdo una esperanzadora imagen de Javier de Navascués: "Todos los laberintos tienen salida por arriba". ¿Y si, en vez de economía sumergida, buscamos la economía levitada? Bienes tan elevados que no les caigan encima impuestos, consumos tan excelsos que el IVA no alcance. Leer a Shakespeare es una operación de criptofiscalidad, porque las plusvalías espirituales que produce son invisibles. En una terraza, uno no tributa por el sol, por la brisa, por el mar…, sino apenas por la copa de fino y las aceitunas, eso vale. Por ahora, el impuesto sobre el sol no ha llegado a las playas, apenas a las placas. Quien tiene un amigo tiene un tesoro…, que escapa del Impuesto de Patrimonio. El amor es una entrega perfecta que vale más que el oro, ¡y no está sujeta al impuesto de transmisiones!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios