ME pregunto si la animada controversia provocada por las manifestaciones de la Reina a Pilar Urbano se agotan en el dilema de si tiene derecho o no a manifestar sus convicciones personales o si la discusión no es más que el escaparate de una intriga de mayor alcance político.
Veamos. Primero, una periodista conservadora logra, no se sabe bien por qué medios, romper el prudente silencio y escribe un libro en el que doña Sofía aparece como una activa conservadora -"católica, mujer, de 70 años", ha dicho González Pons- que, además, no duda en avalar cómplicemente los postulados ideológicos característicos de una de franja de ese movimiento: contraria al aborto, a las bodas homosexuales, etcétera.
Segundo. Las opiniones de la Reina causan dos reacciones: el enfado de los colectivos deshonrados y un instantáneo cierre de filas de los grupos derechistas que, mediante campañas como el envío masivo de cartas a los diarios, ensalzan inesperadamente a la Reina como portavoz y casi la convierten en mártir de la libertad de expresión frente a gays y progres.
Tercero. En tres días tales sectores han conseguido fabricar una aliada de altura pero a costa de un desgaste importante de la imagen de la Monarquía. Un garlito de caballo para quedarse con la Reina. Al Rey, por supuesto, ni lo nombran.
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