HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Discusiones estériles

LA idea es desconcertar y crear confusión en las mentes y en las conciencias. ¿Qué es peor el aborto o el abuso de menores? El aborto se relaciona con la libertad y el progresismo, y "abuso" es la palabra que se emplea para relaciones sexuales consentidas a veces. De las falsedades no puede salir nada en claro, ni podemos elegir cuál de las dos mentiras es mejor, porque por bien elaborados que estén los argumentos basados en errores, la conclusión no puede ser sino otro error. ¿Qué es peor un terremoto o la erupción de un volcán? No sabemos. Las personas inteligentes no tienen respuestas para las preguntas simples. Sólo los simples tienen contestación para las simplezas. Siéntense sismólogos y vulcanólogos y den noticia de cuándo es preferible un desastre u otro, si es que ambos son en verdad desastrosos o no pasan de la levedad de un susto, para poder elegir, a la luz de los informes, el mal menor.

Por más insistencia que se ponga en la cuestión, el aborto es un mal menor para casos excepcionales y siempre que no se fuercen las conciencias, un permiso legal para evitar males mayores. La libertad, el progresismo y el disfrute de la vida no tienen una relación directa con el aborto, más bien al contrario. No disfracemos de modernidad prácticas antiquísimas. Tampoco embrollemos sexualidad y genitalidad, ni minoría de edad legal para ejercer todos los derechos ciudadanos con minoría de edad sexual. Estamos liando tanto el asunto, si los actuales legisladores sacan adelante sus proyectos, que se va a subir la edad para las relaciones sexuales consentidas (el abuso es siempre malo a cualquier edad) y se bajará la de abortar libremente sin permiso de los padres. Las adolescentes pobres serán las peor paradas, pues pasarán de ser niñas inocentes a señoras de sus destinos con entidad jurídica aparte, sin tiempo de iniciación.

Los ritos de iniciación sexual de los adolescentes no han sido sustituidos por la educación sexual, ni pueden serlo. Hay un gran silencio hipócrita sobre este delicado asunto desde que la influencia calvinista, a través de Estados Unidos, llegó a nosotros. Pero está en los libros. No quiero citar literalmente las ideas sobre la sexualidad humana que Marvin Harris expone en Nuestra especie, ni hacer referencia a los contenidos del ensayo de Eva Cantarella El dios del amor, porque sé que la sociedad es siempre igual de hipócrita y se escandaliza como siempre, cambiando sólo el objeto del escándalo. Son obras que están en las librerías al alcance de los curiosos, para no confundir menores legales con adultos sexuales, ni la sexualidad con la genitalidad cutre. Caso aparte es el de los hombres sagrados y consagrados, quienes deben oponerse al aborto y practicar la castidad que prometieron en sus votos, no entrar en religión o renunciar, pues dañan a la Iglesia que es santa y consuelo de muchos.

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