La firma invitada

Isidoro Cobo Moreno

Dios grita

Muchos viven y mueren como si Dios no existiese, o como si no le pudiesen conocer. Es más, los acontecimientos y sufrimientos parece que les impiden encontrarlo. Yo no pienso así.

Cuando un niño es maltratado, y se le quitan sus órganos para transplantarlos a otro niño enfermo pero rico, sentimos una repugnancia inmensa en nuestro interior. Cuando un niño es llevado a la guerra haciéndole ver que de este modo es ya mayor o cuando se le convierte en drogadicto para utilizarlo de 'camello' también rechinamos por dentro. Cuando a gente joven en países pobres se le hace trabajar físicamente 18 horas diarias, nos rebelamos: no es posible, no debe ser así. Cuando un niño chico es violado o ultrajado sexualmente pensamos que a su maltratador habría que imponerle una seria pena de prisión.

Cuando se bombardea en la guerra a población civil, o cuando la sociedad se aprovecha de los más débiles y necesitados, cuando el más fuerte le vacila al débil que no puede defenderse, porque no está en igualdad de condiciones y puede perder su puesto de trabajo, surge inmediatamente la toma de postura a favor de éste último.

Cuando se nos dice que nuestras hijas con 16 años van a poder abortar libremente sin tener que contar con sus padres, o que cualquier niña de cualquier edad va a poder pedir sin prescripción médica la píldora del día después en una farmacia, no lo entendemos: parece imposible que nuestros gobernantes sean tan cínicos que nos priven a los padres del derecho natural y constitucional de velar por la salud de nuestros hijos, a quienes hemos traído al mundo por amor.

Cuando se producen transacciones comerciales injustas que arruinan a algunos y enriquecen a otros, cuando la utilización de la energía es un privilegio de algunos a costa de la alimentación y supervivencia de otros, nos damos cuenta de que las cosas no deberían ser así.

Podría seguir detallando otras muchas cosas. Y todas ellas nos hacen sufrir por dentro si estamos mínimamente despiertos: porque Dios no sólo nos habla a través de esas injusticias que cometemos los hombres, es que nos grita, nos interpela desde nuestro interior: ¡¿cómo consientes eso, o cómo haces eso?!

Cuando miramos el mundo subatómico y las leyes de la gravitación universal, o la de la atracción de masas, o de los gases nobles, o la teoría de la relatividad apreciamos que esas leyes son eso, leyes, que existen y son anteriores a nosotros: nos las podemos creer o no, pero están ahí, y cualquiera que las desafíe termina vencido en un milisegundo.

La existencia del mal es un escollo para que muchos acepten a Dios. Pero resulta que el mal lo producimos los hombres, porque tenemos libertad, podemos escoger y muchas veces nos equivocamos voluntariamente persiguiendo cosas que nos envilecen y nos hacen daño a nosotros mismos o a otros, y esto es un enorme misterio. Pero no podemos tener la indecencia de decir que Dios es el culpable de esos desastres.

Otra asunto diferente es el sufrimiento involuntario de los inocentes por las enfermedades físicas y mentales. También Dios nos grita desde esas situaciones: no puedes entenderlo todo, aunque sea muy duro. Eres limitado intelectual y afectivamente, no eres un dios. Afortunadamente, los cristianos tenemos la respuesta: Jesucristo, que siendo Dios e inocente padeció y murió por nosotros, por todos y cada uno de los hombres de todos los tiempos. Y lo hizo, entre otros motivos, para darnos ejemplo del valor que tienen esos sufrimientos humanamente inexplicables de cara a la eternidad, y de la posibilidad de asociarnos con ellos a su mismo dolor. Desde ahí nos grita Dios: ¡dame tu dolor, que lo hago mío!

Nuestra vida no se acaba a los cincuenta, setenta o noventa años que podamos llegar a cumplir. Trasciende más allá. Si no queremos darnos cuenta de esto y vivir en consecuencia es porque estamos dormidos, anestesiados, hipnotizados. Es porque no escuchamos los gritos silenciosos con que Dios nos martillea en el fondo de nuestro ser. No estamos solos y perdidos irremediablemente y sin sentido en un universo caótico.

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