Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

El lanzador de cuchillos

Diálogo o prisión

La experiencia nos dice que el diálogo con los etnomaníacos catalanes conduce a la frustración

Karl Popper, polemista temible, afirmaba que la discusión era valiosa por sí misma. Raras veces -observó- ocurre en un debate que uno de los dos contendientes consiga convencer o "convertir" al otro, pero es igualmente raro que en una polémica correctamente llevada los dos antagonistas terminen manteniendo la misma posición que cuando empezaron: habrá concesiones, afinamientos, ajustes, y cada una de las dos posiciones habrá sufrido una modificación aun cuando en apariencia siga siendo la misma. La teoría popperiana, de general aplicación, quiebra, sin embargo, frente a la cerrazón de los nacionalismos. La experiencia nos dice que el diálogo con los etnomaníacos catalanes -mil veces intentado- conduce irremediablemente a la frustración y la melancolía. Contra los fanáticos del (falso) origen como meta, de la realidad (imaginaria) de un pueblo con una sola voz, sólo cabe la batalla ideológica y la aplicación de la ley. El nacionalismo es una inflamación patológica del amor al terruño, un desbordamiento sentimental morboso e indeseable. Sus razones son oscuras, atentan contra la libertad y la igualdad, claves de bóveda de las sociedades plurales y avanzadas. Con el tribalismo disgregador y preilustrado es imposible dialogar: emplearemos mejor nuestro tiempo en intentar derrotarlo.

Encarcelar a los delincuentes políticos, contra lo que sostienen los editorialistas orgánicos, es una buena forma de empezar a ganar la partida al supremacismo totalitario. A Wodehouse lo capturó por azar el Ejército alemán durante la invasión de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Enterado del hecho, Josef Goebbels le pidió que realizase cinco transmisiones humorísticas en la radio de Berlín, a lo que el escritor inglés, imprudentemente, accedió. La primera comenzaba así: "Muchos jóvenes me preguntan cómo se llega a ser prisionero. Bueno, hay varias maneras. Mi método personal fue comprar una casa de campo en el norte de Francia y esperar a que llegara el Ejército alemán. Probablemente es el plan más sencillo. Tú compras la casa y el Ejército alemán se encarga del resto". Si los independentistas presos -en espera del indulto- no fuesen unos iluminados carentes de humor, probablemente reconocerían que su fórmula era todavía más simple: consistía en chulearle a un Estado de más de quinientos años de antigüedad dando gritos con un megáfono en el techo de un Patrol de la Guardia Civil; sólo había que esperar a que volviese el conductor acompañado por un grupo de piolines.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios