En tránsito

Eduardo Jordá

Destruyamos los botes salvavidas

SI el Titanic hubiera sido un buque tripulado por políticos españoles, los marineros se habrían dedicado a destrozar los botes salvavidas, sólo por el capricho de evitar que se salvara alguien que les había llamado la atención por descuidar una tarea. Que los mismos marineros se ahogaran al quedarse sin botes salvavidas tampoco les habría preocupado mucho, visto el alcance que el encono y el agravio y el resquemor infantil tienen entre nosotros. Basta fijarse en el espectáculo que está protagonizando nuestra clase política (con muy pocas excepciones, aunque alguna hay). Es posible que este país no esté muy lejos de la quiebra técnica, pero ahí siguen nuestros políticos, con el babero puesto, jugando a quitarse la silla o a colgarle al niño de al lado un moco verde en el cogote.

Repasemos las cosas que están ocurriendo. Es muy posible que tardemos cuatro o cinco años en salir de la crisis, y que ésta sea mucho más destructiva que cualquiera de las que hemos conocido. Es muy posible que ninguna de las promesas electorales que se están haciendo sea asumible dentro de un año por una Hacienda Pública que se habrá quedado sin fondos. Es muy posible que el Fondo de Pensiones esté a punto de irse de vacaciones permanentes al país de Jauja. Y es muy posible que estemos haciendo el tonto los pobres diablos que aún pagamos nuestra cotización a la Seguridad Social, porque dentro de nada nos dirán que sólo tenemos derecho a ser atendidos en un cobertizo de contrachapado por un eficiente chimpancé diplomado en las Islas Caymán en Técnicas de Optimización de Recursos Humanos.

Y a pesar de todo esto, nadie que ocupe un cargo importante parece pensar en el futuro, igual que los niños incapaces de ver más allá de lo que ocurre en el presente instantáneo. Aquí todo el mundo se dedica a patalear en los parlamentos, a gritar, a insultar y a acusar a los del otro bando de los delitos más disparatados y de las conspiraciones más estrafalarias. Un país sensato ya habría emprendido un gran pacto de Estado para buscar una salida a la crisis (y no sólo a la crisis, sino al nuevo orden económico que vendrá después, un reto que todavía será mucho más endiablado). Pero aquí la palabra "pacto" -si no es para repartirse cargos públicos- produce alucinaciones y urticarias, o las dos cosas a la vez.

Cualquier persona inteligente sabe que hay que tomar medidas que exigen un gran acuerdo político. Cualquier persona inteligente sabe que hace falta prudencia, sentido común y capacidad de entendimiento. Cualquier persona inteligente sabe que es necesario escuchar todas las opiniones bien informadas. Pero aquí, de momento, lo único que hacemos es seguir destruyendo los botes salvavidas.

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