LÍNEA DE FONDO

Pedro / Ingelmo / Pingelmo@grupojoly.com

Despierta, es la hora del combate

Visiones del boxeo: de las peleas de madrugada de Carrasco a Valuev hincando la rodilla ante un bocazas

PEDRO, despierta, empieza el combate". Esa voz que susurraba era la de mi padre que, de madrugada, me llamaba para que viera con él la pelea entre Mando Ramos y Pedro Carrasco en nuestro viejo Marconi. Hablaba muy bajito para no despertar a la familia y, muy bajito, me iba contando que el boxeo era un deporte de caballeros, que no importaba tanto pegar como la técnica, que el boxeo era una danza. Aquel combate lo perdió el español, pese a que lo peleó con coraje, golpeó más , encajó mejor y bailó como un ángel para mis ojos infantiles. No sabía que sólo unas semanas antes, en el Palacio de los Deportes, a Mando Ramos le habían robado la pelea, al punto que, una de las muchas veces que tiró a Carrasco, el árbitro ayudó a levantarse al español para luego descalificar al joven chicano. Una pelea sucia. Yo no lo podía saber. Lo que sí sabía era que Errol Flynn contaba los inicios del boxeo en una inolvidable película de Raoul Walsh; que Robert Ryan, en el ocaso de la carrera de un boxeador derrotado, se negaba a un tongo y peleaba hasta el final; que Humphrey Bogart defendía la dignididad de un bulto con ojos... Amaba el boxeo porque la voz de papá me susurraba al oído "Pedro, despierta, empieza el combate". Hasta que lo odié. La última pelea que vi fue miserable. Poli Díaz, un borderline vallecano, contra Pernell Withaker, un luchador elegante. Podía haber dicho basta con muchas palizas inútiles o el día que un borderline del Bronx, Mike Tyson, arrancó un trozo de oreja a Holyfield. Pero fue esa la que me asqueó. Poli estuvo valiente, aguantó doce asaltos, mientras Withaker se tomaba todo aquello de forma funcionarial. Al término, Poli, fuera de sí, gruñía exultante . No era un caballero, era un crío de la calle que daba mamporros. El pasado sábado Haye, un bocazas, pudo con un mastodonte llamado Valuev, el campeón ruso de más de dos metros. Me cuentan que fue lo más parecido a un pressing catch. Y ya nada se parece a esa pelea de caballeros que imaginé, la que mi padre me narró susurrándome de madrugada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios