Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Desgobernanza

Existe el riesgo, que asoma en estudios de opinión, de que se empiece a cuestionar el modelo autonómico

La pandemia ha demostrado que el diseño autonómico del Estado es manifiestamente mejorable. Por hacer un balance de situación en muy pocas palabras, con el virus campando a sus anchas por España, el Gobierno central ha hecho una estruendosa dejación de funciones y las administraciones autonómica han entrado en un frenesí de decisiones contradictorias que han convertido la vida cotidiana en un galimatías indescifrable para el común de los ciudadanos. Las playas pueden estar abiertas en Almería y por los mismos o muy parecidos motivos cerradas en Murcia y los bares que están abiertos en Madrid hasta la hora que quieran en Sevilla pueden tener que cerrar temprano. En general, los gobiernos autonómicos han sido permeables a las presiones de colectivos con influencia en sus regiones, como pueden ser los casos de los hosteleros o los empresarios turísticos. Enfrentarse a ellos es poner en riesgo bolsas de votos en unos momentos de enorme volatilidad política. En algunos casos, el más notable el de Madrid, la pandemia se ha utilizado por la autonomía para hacer confrontación directa con el Gobierno central en un pulso en el que la pandemia es solo la excusa en la lucha de poder entre partidos políticos. Pedro Sánchez, sin que se le moviera ni un músculo de la cara, ha llamado a este pandemonio de ruido y confusión cogobernanza, pero habría que hablar más bien de desgobernanza.

Mañana se reúnen en Salamanca los presidentes del Gobierno y de las autonomías en una cumbre montada más bien como operación de propaganda para los medios que con voluntad de llegar a compromisos sobre temas estratégicos como la financiación, los fondos europeos o la lucha contra el coronavirus. Se volverá a demostrar que cuando se va a una negociación sin voluntad de que haya acuerdos es imposible que se consigan, sobre todo si se ponen por delante intereses particulares o de partido. Pero harían bien los representantes del Gobierno y de las comunidades en reflexionar en el encuentro de mañana sobre las consecuencias que se pueden sacar de lo que ha ocurrido con la pandemia. Existe el riesgo, que asoma ya en muchos estudios de opinión pública, de que capas amplias de la población empiecen a cuestionar el modelo autonómico. Y parece claro que no está fallando tanto el diseño del Estado como la forma de gestionarlo. La descentralización y la toma de decisiones cercana a los problemas de los ciudadanos es un logro político. Pero si se malbarata por la falta de eficacia puede convertirse en un problema.

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