No tengo muy claro que preguntar a la gente para que diga sí o no sea la esencia de la democracia. Estaría muy bien que nos preguntaran si queremos ser felices o no, pero no por que ganara abrumadoramente el sí a la felicidad, sea eso lo que sea, ésta se haría cuerpo ante nosotros; ni tampoco molaría que si ganara el no -quién sabe con la cantidad de saboríos y amargaos que hay- esto nos obligara a los que hubiéramos votado que sí a ser infelices, sea eso lo que sea, por mandato democrático. También podrían preguntarnos si queremos más médicos y mejores, políticos más eficaces, jueces más justos, profesores más sagaces, periodistas más intrépidos y dos huevos duros. No sé en qué cambiaría un sí, pero yo casi votaría que no porque a preguntas idiotas... Creo que estas son las dos preguntas que les hacen a los catalanes. Y los infelices y negligentes españoles no les dejamos que decidan. Cómo somos.

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