En tránsito

eduardo / jordá

Demasiado real

EN una exposición temporal del Prado, en Madrid, tuve la ocasión de ver hace poco el retrato que Velázquez le hizo al papa Inocencio X en 1650. Antes de verlo expuesto, me había imaginado que aquel retrato era de un tamaño enorme, tan grande al menos como la irradiación de poder -un poder absoluto, un poder sin límites- que parecía surgir del papa Inocencio como si fuera una corriente eléctrica, pero luego resultó ser un cuadro más bien pequeño. Cuando el papa Inocencio vio aquel retrato, no pudo contener la sorpresa -y quizá también la admiración-, y pronunció su famosa frase Troppo vero!, "demasiado verdadero", o quizá "demasiado real". Cualquiera que vea la turbia mirada de ese papa sabrá por qué.

Me he acordado de la mirada del papa Inocencio X, tal como la captó Velázquez -una mirada acostumbrada a inspirar miedo, una mirada torva que parecía lograr en un segundo que nadie contradijera sus deseos-, cuando he pensado en los equivalentes actuales de Inocencio X. ¿Sabrían mirar así las personas que hoy en día tienen su mismo poder y su misma riqueza? Y en el caso de que alguien consiguiera retratarlas con la misma maestría con que lo hizo Velázquez, ¿se atreverían a exclamar Troppo vero!? ¿O más bien ordenarían destruir el cuadro porque no les gustaría verse retratados tal cual son, con toda la astucia y la desconfianza y la codicia reflejadas en su rostro? Después de haber vivido tantos años en su burbuja de jets privados y grandes yates y aduladores permanentes, ¿serían capaces de aceptar que alguien los pintara tal como son? Por supuesto que Inocencio X también vivía rodeado de lujo y de aduladores, pero en su mirada había desconfianza y hasta miedo a perder lo que tenía, aparte de la astucia y la codicia y el deseo de ser obedecido por el que todos lo recordamos. Porque Inocencio parecía muy consciente de que el poder -su poder- era frágil, así que en cualquier momento algo se le podía volver en su contra. ¿Y sus equivalentes actuales? Eso es lo que no tengo tan claro.

Quizá estoy equivocado, pero me da la impresión de que los poderosos actuales parecen vivir en un mundo en el que no hay ni un solo motivo de preocupación. Ni siquiera se les pasa por la cabeza que su poder puede llegar a desaparecer algún día. Ni siquiera parecen conscientes de la vulnerabilidad de cualquier ser humano. Para ellos -y la vida les ha dado motivos suficientes para creerlo-, el poder y la riqueza son inagotables e indestructibles. Y eso es lo único real. Troppo vero!

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