Dejad que los niños

Aumentan felizmente los locales que admiten a nuestros perros, ya sean bares, restaurantes u hoteles

La falta de concienciación de los poderes públicos sobre las necesidades de las familias numerosas podría dar lugar a un libro rojo o negro. Desde el tiempo muerto que tardan en conceder el carnet de familia numerosa hasta las escasísimas ayudas que tal condición genera. O la necesidad de que el IBI, por ejemplo, se pondere según los habitantes de cada casa. Un factor análogo tendría que aplicarse en las facturas de agua o de luz. A eso hay que sumar las dificultades para conciliar trabajo de las madres. Ese problema de conciliación es la verdadera discriminación laboral y la brecha, como demuestran todos los estudios. Que, sintomáticamente, se recuerda muy poco.

Hemos de luchar contra esos problemas laborales y legales, pero hasta que no nos concienciemos en nuestra vida ordinaria y cotidiana, la cosa no tendrá mucho remedio. Una señal de alarma a la vista de todos: las dificultades crecientes para ver niños pequeños. Porque cada vez hay menos, sí, y porque se les aparta (y quizá esto favorezca cierto círculo vicioso) del mundo de los mayores. Mientras aumentan felizmente los establecimientos que admiten a nuestros perros, ya sean bares, restaurantes u hoteles, se alargan las caras de bastantes de los que nos ven aparecer con nuestros niños en algún sitio público, si no lo prohíben expresamente. Hilarante el hilo de Eugenio d'Ors, el tuitero, contando un viaje en avión con sus tres hijos.

Yo estoy saliendo de esa etapa, pero no he perdido la memoria y cualquier padre con hijos pequeños será el primero en conceder que las criaturas son preciosas, adorables a rabiar, maravillosas, únicas, pero ni cómodas ni silenciosas. Los vecinos de una mesa pueden sufrirlo, con mala suerte, un rato; pero los padres lo experimentan (y disfrutan) 24 horas al día, siete días en semana, doce meses al año.

Por eso mismo, yo creo que una sociedad terminaría demostrando más solidaridad y más preocupación por la natalidad, y más empatía, además, si dejase de poner dificultades o, mucho mejor, si dejase de no ofrecer facilidades a los padres de niños pequeños. "Obligación mundial besar el suelo/ que pisa cada madre de familia numerosa", rezan unos versos del chileno Ibáñez Langlois, que cito de memoria, con fervor, con frecuencia. Si todos nos mostrásemos más partidarios, ya veríamos cómo por la ley de la gravedad cambiaban una tras otra imperceptiblemente las leyes y las costumbres.

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