Opinión

Pedro Manuel / Espinosa / Pespinosa / @diariodecadiz.com

Decretado el estado de crispación

NO recuerdo una pretemporada tan crispada, con tanta gente loca por enfadarse, desde el entrenador a los periodistas, desde el presidente hasta los aficionados. ¿Hemos descendido ya? me pregunto. Javi Gracia pide y está en su derecho. Lo hace porque sabe que será el primero que tendrá que rendir cuentas dentro de un mes, es el sino de una profesión para funambulistas. Ahora bien, el Cádiz es un recién ascendido al que hay que exigirle como tal. Hablar en estos momentos de subir a Primera, tras la situación en la que se quedó la entidad con la espantada de Baldasano y su corte y el descenso, que trajo consigo una situación económica delicadísima, me parece un tanto pomposo. Como sueño no está mal, ni siquiera conviene renunciar a él de ponerse a tiro, pero, repito, convertirlo en una obligación no es lógico. El Cádiz sólo ha perdido un encuentro, de forma injusta por cierto, aunque, evidentemente, su juego es muy mejorable. No me refiero a mover la pelota de un lado a otro, sino a profundizar y tener más presencia en el área rival y contundencia en el centro del campo. Carlos Caballero y Abraham deben aportar mucho más al juego de creación o dejar hueco para futbolistas de un corte más acorde a la categoría. Por último, otro enfadado es Lopera. Aunque ahora Xisco quiera rectificar, lo cierto es que en su conversación con este periódico el bético dejó claro que su intención siempre había sido venir al Cádiz, pero que no lo dejaban. Es más, en su contrato de cesión existe una cláusula por la cual sólo podía firmar por el Levante. Ese es el amor de Lopera por el Cádiz y su afición. Y todo por una infantil cuestión de celos con el vecino rico.

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