Cuarto de Muestras

¿Débil?

España ha sido machista y ahora lo que tiene es un lío tremendo

Cuánta polvareda ha levantado que a alguien le haya dado por leer el diccionario y descubra que define a las mujeres como sexo débil. Yo no lo encuentro tan grave porque la lengua es la traducción en palabras de nuestras virtudes, vicios y defectos, de lo que somos. Y lo que somos no es algo estático ya que evolucionamos, involucionamos y, en algunas cosas, nos mantenemos contra viento y marea. España ha sido machista y ahora lo que tiene es un lío tremendo de hombres que no saben lo que son y de mujeres que quieren ocupar el lugar de mando del que han disfrutado los hombres. Hablando de género, nos quieren igualar a hombres y mujeres como si esa simplificación resolviera la complejidad de las relaciones humanas. La mayoría estamos desubicados.

La Real Academia de la Lengua, que no es ajena a lo políticamente correcto, enseguida se achanta y nos cuenta que ya está previsto matizar la definición añadiendo que lo de sexo débil es una expresión peyorativa. Pero ya Hay voces pidiendo que se elimine del diccionario la expresión como si expulsando palabras y definiciones del diccionario, es decir, mediante la imposición, se pudieran cambiar las cosas. Qué ingenuidad.

Yo no sé si quiero que desaparezca la expresión del diccionario, no sé si no quiero ser frágil porque todo lo que conozco que tiene un poco de belleza y autenticidad lo es. No quiero desde luego que se me identifique como sexo fuerte porque ninguno lo es, o más bien, ninguno lo es sino en una ínfima parte. Los diccionarios deben contener todas las palabras con todas sus definiciones, nos gusten o nos repelan. No quiero que me hagan creer que por cambiar una palabra cambian las cosas porque me estarían engañando. La mirada y la palabra deben ser limpias y eso no depende de los diccionarios sino de quien tiene el poder y la grandeza de mirar y de expresarse.

Para leer hay que saber contextualizar, hay que entender lo que se lee, hay que comprenderlo e interiorizarlo con nuestras propias experiencias. Para leer, da igual que se trate de un prospecto, un diccionario o el mejor poema del mundo, hay que querer enterarse de lo que se dice, se comparta o no. Es cierto que a veces nos traiciona, no sé si la vista o el subconsciente y leemos lo queremos, no lo que pone. Querer leer sólo aquello que nos gusta, rechazar todo lo demás y pretender eliminarlo nominalmente es el camino seguro a la ignorancia, al fanatismo.

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