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Damnatio memoriae

Los crímenes de ETA (he aquí otra memoria democrática), se dieron principalmente durante la democracia

Cuando se cumplen veinticinco años de la liberación de Ortega Lara, del asesinato de Miguel Ángel Blanco, de la publicación de un libro de superior importancia, pues evidenciaba los espurios mecanismos sentimentales que daban fundamento al crimen -me refiero a El bucle melancólico de Jon Juaristi-, cuando hace un cuarto de siglo de aquella intolerable mezquindad, auspiciada por una parte, en absoluto menor, de la sociedad vasca, el Gobierno de la nación ha decido borrar de la memoria de los españoles la dramática relevancia de aquellos hechos, mediante un viejo mecanismo muy aplicado en Roma, la Damnatio memoriae, y que consiste, sumariamente, en que tus adversarios borren tu recuerdo del surco de los días.

Todo esto ocurre gracias a la previsible aprobación de la Ley de la Memoria Democrática, que extenderá el franquismo, como sombra tutelar, hasta el año 83, y que excluye de este singular memorialismo a los centenares de españoles asesinados por ETA. "Hemos abierto un camino para poner en jaque el relato de la Transición ejemplar", ha dicho doña Mertxe Aizpurúa, portavoz de Bildu y compañera del Gobierno español en semejante hazaña. Y tiene toda la razón. Se le olvida mencionar a doña Mertxe -y también, ay, al Gobierno de España-, que la Transición fue ejemplar, entre otros motivos, porque supuso el triunfo de la democracia española sobre su mayor enemigo: el terrorismo de ETA. Los crímenes de ETA (he aquí otra memoria democrática), se dieron principalmente durante la democracia. Pero no a pesar de la democracia, sino porque éramos una democracia y además -oh fatalidad- española. Solo en el año 80, cuando el señor Otegi ya era un secuestrador avezado -perdón, un hombre de paz, en palabras del señor Évole-, ETA mató a más de 90 personas. Y el golpe de Tejero de 1981 no se explica sin los numerosos asesinatos de militares de buscaban, precisamente, eso, provocar un golpe de estado que justificara, a la vuelta, la injustificable "lucha" etarra.

Por fortuna, la asonada de Tejero incurrió en lo tragicómico, y nos liberó de la tentación golpista hasta 2017, cuando los alegres chicos de ERC y asociados volvieron a los buenos días de 1934. Tanto tiempo después, sin embargo, los criminales de entonces, o sus amables exégetas de ahora, verán premiados sus esfuerzos. La Transición ya no será transición ni ejemplar, sino una vaga y omnipresente extensión del franquismo. Esto es, por gracia melancólica del totalitarismo abertzale, se borra pavorosamente -damnatio memoriae- la honrosa memoria de la democracia española.

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