Curso de barrismo

El buen barrista tiene un poco la sensación de ser una especie de Sergio Ramos pero ensaladillado

Me ocurrió el otro día y se me pusieron los pelos de punta, me entraron escalofrios y se me cortó el cuerpo como si yo fuera una mayonesa mal hecha. Resulta que me acerqué a la barra de un bar y cuando fui a apoyarme me di cuenta de que se me había olvidado como hacerlo. Hace tanto tiempo que no ejerzo de barrista que se me ha olvidado como se flexiona el codo, como se tuerce una de las rodillas en angulo de 38º grados o como el tronco del cuerpo se coloca en perpendicular a la barra para permitir realizar con comodidad ese recorrido estratégico del vaso de Cruzcampo entre la superficie plana aceronoxiblada del mostrador y tu propia boca.

No sé si soy el único que sufre este mal, si ya los psicólogos lo tienen en su catálogo de trastornos post pandémicos o si estoy siendo el primero que sufre este mal, pero creo que se deberían ya pedir que se destinasen fondos europeos a unos cursos de rehabilitación de la posición en barra andaluza.

Apostarse bien en una barra no es cosa fácil y requiere mucha práctica. El buen barrista tiene un poco la sensación de ser una especie de Sergio Ramos pero ensaladillado. El buen barrista pone la espalda bien recta y abre un poco el codo más lejano al mostrador para ganar la posición y evitar que el que está al lado le vaya quitando poquito a poco el sitio. Hay que estar atento también a los rempujones, porque como sufras un rempujón en el momento en que has cogido la ensaladilla del plato, puedes mancharte el polito y eso es un disgusto, sobre todo si metes el polito en la lavadora en hora que no sea valle. Es importante también aprender a levantar el brazo para llamar al camarero y tener bien limpio el oido para escucharle cuando te diga que acaba de salir el arró...porque la hora buena para acudir a las barras es cuando sale el arró. Un buen barrista mide bien las distancias, igual que los futbolistas y es precavido en sus movimientos. Es necesario acompasar el pan con la salsa del menudo, para que no te falte al final y se pueda llevar a cabo ese acto tan bonito en la tapatología como es el rebañazo. El barrista perfecto deja un poquito de espacio entre su cuerpo y el mostrador por si, sin querer, se le cae un huesecito de aceituna. El perfecto tapeador sabe que hay que dejar hablar a tu compañero de barra, porque mientras él habla a ti no se te enfría la carrillada. La memoria barrística no se puede perder en Andalucia y la Unión Europea debe destinar fondos con urgencia a unos cursos para su recuperación. Von der Leyen, enrollate, que tú tiene cara de gustarte la urta a la roteña.

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