Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Cuestión de fe

Sin el cristianismo no se entendería hoy una idea central como la igualdad más allá de cualquier condición

Ya cuando empezaban a entrar en las misas las guitarras y las canciones de Bob Dylan (quien, por cierto, hoy cumple ochenta tacos: ahí lo llevan) con permiso del Concilio Vaticano II hubo quien lamentó que la Iglesia hubiese decidido tirar piedras sobre su propio tejado. Aquellos recalcitrantes advertían de que el sacrificio del patrimonio litúrgico se traduciría sin remedio en una pérdida de influencia social, y, bueno, a la vista está que algo de razón tenían; otra cosa es que corresponda lamentar esta erosión como una mala noticia o, tal vez, como el signo de una evidencia distinta. Dejada a un lado la labor social de la Iglesia, a menudo da la impresión, al menos a tenor del debate público, de que nadie sabe a estas alturas qué es el cristianismo ni en qué consiste exactamente. Cuando Gabriel Rufián acusa a los cristianos de creer en la existencia de palomas alienígenas que dejan preñadas a jóvenes incautas no hace otra cosa que demostrar su ignorancia, pero habría que estudiar la responsabilidad de la Iglesia, demasiado ensimismada tal vez con sus canciones de Bob Dylan, en que tal ignorancia sea mayoritaria. De entrada, la autoridad eclesiástica parece haberse conformado en exceso con la parafernalia nacionalcatólica para dar por vivo el invento; las consecuencias al respecto, ay, se sirven a la orden del día.

Recomiendo al respecto la lectura de Dominio, el ensayo publicado el año pasado en el que el historiador británico Tom Holland analiza la perdurabilidad de los valores asociados a la revolución que entrañó la aparición del cristianismo hace dos mil años. El gran éxito de esta revolución, viene a decir Holland, tiene que ver con la función esencial de estos valores en la definición de la misma sociedad occidental. En lugar de encontrarse parcelados en un espacio concreto como la Iglesia, estos valores constituyen un magma común, disuelto pero irrenunciable y expresado en la evolución social de los derechos conquistados: sin el cristianismo no se entendería hoy una idea central como la defensa de la igualdad entre las personas más allá de cualquier condición, traducida en la Declaración de los Derechos Humanos, la mayor parte de las constituciones europeas y los principales movimientos reivindicativos del último siglo, así como las conquistas legales afirmadas al respecto. Es aquí, y no en supersticiones al fin y al cabo comunes en todas las religiones, donde cabe considerar el cristianismo.

Y cabe considerarlo, por tanto, fuera de los márgenes de la Iglesia. Quizá pueda entenderse esta paradoja como una misión cumplida. La respuesta está en el viento.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios