Cuarentena medio llena

Este artículo es de servicio público: pretende animar a la cuarentena con mejor literatura

El único recuerdo familiar de la gripe (llamada abusivamente) española puede parecer tremendo, pero, como lo contaba mi abuela materna, tiene contornos tiernos. El nombre familiar que tocaba era Dolores, y mi abuela ya tuvo dos hermanitas de ese nombre que murieron por la gripe. Cuando nació ella, mi bisabuelo dio un puñetazo en la mesa (lo que hace sospechar que el nombre familiar vendría por la rama de mi bisabuela) y clamó: "En esta casa se han acabado los dolores y las Dolores [¡pionero del lenguaje inclusivo que fue mi bisabuelo!] La niña se llamará Carmen". Mi abuela estaba muy contenta de ese nombre y de haber cortado con las tragedias por lo sano.

Quizá porque esta historia corre por mi sangre, lamento los títulos de libros tan tétricos de los que se está hablando con la crisis del coronavirus. La peste (nada menos) de Camus se está vendiendo como rosquillas. Por lo menos, tiene un mensaje relativamente positivo, aunque tampoco tanto. Pero El ensayo sobre la ceguera de Saramago no se había visto en otra. También están los que compran Los ojos de la oscuridad (1981) de Dean Koontz, porque trata de una una enfermedad llamada Wuhan-400, y la profecía da escalofríos.

Con el máximo respeto para los enfermos y los heroicos servicios sanitarios, creo que hay libros de mucha más alegría y que podrían ayudarnos más en las presentes circunstancias. No olvidemos que el Decamerón de Boccaccio cuenta cómo unos jóvenes burlan la peste bubónica gracias a una cuarentena de diez días. Nosotros, con la posibilidad de jugar con el móvil, hemos perdido mucha calidad y actitud a la hora de aislarnos.

Un libro más actual que también es fruto de una cuarentena y de un cierre de universidades es El cuaderno gris de Josep Pla, esa maravilla. En él, el joven Pla ha empezado Derecho en Barcelona y se encuentra que, por culpa de la gripe española, tiene que volverse a su pueblo a no hacer nada durante un año muy largo, entre 1918 y 1919. Para entretener sus ocios, da en ir narrando sus demorados días y noches. Lo publicaría en 1966 y muy corregido, pero nació de aquella cuarentena casi interminable; y es una de las mejores obras del siglo XX.

Ojalá esta situación no nos traiga nada malo, por supuesto; pero en nuestra mano está que pueda dejarnos, además, su porción de belleza, de consuelo y de emoción. Ver el vaso medio lleno (y, más aún, ir llenándolo) ésa es la gloria del hombre.

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